Banderas de nuestros padres
Director: Clint Eastwood Intérpretes: Jamie Bell, Ryan Phillippe, Robert Patrick, Barry Pepper, Paul Walker, Jesse Bradford.
Nacionalidad: Estados
Unidos Duración: 128
minutos.
por Asier Sisniega
El cine, aparte de ser un arte, ha sido utilizado durante
décadas como herramienta de propaganda política, arengando al pueblo o a las
tropas con el objeto de ganar una guerra. Todas estas películas, sacadas de su
contexto histórico y emitidas en la actualidad, pierden cualquier interés y no
resultan un producto ni artístico, ni entretenido. Valgan como ejemplo las
numerosas películas donde se aborda un argumento bajo el que subyace Banderas de nuestros padres supone la adaptación a la gran
pantalla del libro de Ron Powers y James Bradley, hijo éste de John Bradley,
joven enfermero que fue una de las personas que aparecen izando la bandera
estadounidense en la simbólica fotografía.
La película no trata de encontrar como conclusión la
futilidad de la guerra, eso lo deja claro Eastwood en el primer minuto. Ésta
planea más allá, se adentra a cuestionar la palabra héroe y lo que representa
en la batalla, si es más héroe quien aparece en una buena fotografía que los
otros miles que no lo hicieron o que aquellos que fueron fotografiados antes.
El film también hace justicia con una sociedad desagradecida, que tienda a
olvidar las noticias rápidamente y sumir a sus protagonistas en la más honda de
las miserias. Se muestra cómo los tres supervivientes recorren la geografía de
Estados Unidos promocionando sus heroicidades para lograr la compra masiva de
bonos de Guerra, tratando de que el pueblo se implique aún más en la guerra, no
únicamente enviando a sus hijos. Si el cine o la radio eran una buena forma de
hacer propaganda, también lo era la gira por ciudades, con los tres
protagonistas cuyos rostros ni siquiera se distinguen en la fotografía. Todo
esto es reflejado en la pantalla con la maestría de un gran conocedor del
medio. A la sinceridad en el cine de Eastwood se une la perfecta plasmación de la inocencia de unos hombres que recientemente han abandonado la adolescencia, la gran inmersión en la batalla y las consecuencias. En pocas películas bélicas se pueden ver protagonistas tan jóvenes, frecuentemente se recurre a actores mucho mayores. Del mismo modo, la representación de la década de los 40 es sublime. En todo momento parece que estamos viviendo aquellos instantes, logrando una verosimilitud que prácticamente ninguna película había logrado en los últimos años. A esto ayuda un gran trabajo de dirección artística, una fotografía que en las escenas de batalla se torna gris como la ceniza, el vestuario y unos rostros con el maquillaje y peinados adecuados. Los actores cumplen con efectividad su trabajo, especialmente Adam Beach, que enfrenta su personaje a un grave problema de alcoholismo. La banda sonora, al igual que en sus últimos trabajos, corre a cargo del propio Eastwood, con un bello tono intimista, y cuenta con la colaboración de su propio hijo Kyle en los arreglos. En el plano negativo nos encontramos con una narración que
en ciertos momentos tras la batalla deja al espectador sin saber muy bien a dónde
se dirige. En las dos horas de metraje se dan cita un gran número de actores
secundarios y numerosos nombres, que junto al gran número de flashbacks y
flashforwards pueden complicar el seguimiento de ciertas escenas a los
espectadores. El sustrato de la película no se pierde en ningún momento, pero
en ocasiones no se identifica a los protagonistas y sus familias con la escena
a la que asistimos. Este defecto bien puede ser debido a intentar abreviar lo
máximo posible el libro a sólo escenas clave y no secundarias. La película pese a contar con una gran puesta en escena,
una apasionante batalla en un lugar no apto para la vida, el buen hacer del
tándem Eastwood-Spielberg, este último en la producción y muchas otras
virtudes, no ha recibido la bendición del público que apenas se ha prodigado
por las salas, logrando unas muy bajas recaudaciones, muy lejos de lo que
realmente merece. Al mismo tiempo, auténticos bodrios recaudan cifras
increíbles en apenas días, que amortizan rápidamente la inversión, precisamente
lo que se busca, y que dan alas a las grandes compañías a inclinarse por seguir
haciendo películas de dudosa calidad que recaudan ingentes cantidades. Gran
parte de la culpa es de los propios espectadores, pero también lo es de los
ejecutivos que buscan precisamente ese efecto, los blockbusters inmediatos, y
que parecen estar haciendo bien su trabajo a la hora de finiquitar el cine de
calidad. Banderas de nuestros padres es una buena película, no se la
pierdan.
Valoración: |