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Charlie y la Fábrica de Chocolate




Director: Tim Burton

Intérpretes: Johnny Depp, Freddie Highmore, David Kelly, Helena Bonham Carter, Noah Taylor.

Nacionalidad: Estados Unidos, Reino Unido y Australia.

Duración: 115 m.

por Asier Sisniega

El nombre de Tim Burton resultaba el más indicado para dirigir una nueva adaptación del libro Charlie y la fábrica de chocolate del galés Roald Dahl. Parece una historia hecha a medida para el imaginativo creador californiano, que encadena varios trabajos consecutivos de temática fantasiosa, como la inminente La Novia Cadáver. Para esta película ha vuelto a contar con dos de sus actores fetiche, Johnny Depp y Helena Bonham Carter, aunque el peso de esta última no es demasiado elevado como ya ocurriera en el Planeta de los Simios, oculta tras toneladas de maquillaje.

Para aquellos pequeños que no hayan leído el libro, ni conozcan su historia es muy probable que se queden boquiabiertos ante la premisa argumental de la película. Todos nosotros hemos soñado leyéndolo que al abrir las tabletas de chocolate de nuestras casas encontraríamos la tarjeta dorada que nos daría el libre acceso a ese gran parque temático construido por Willy Wonka. Para aquellos totalmente profanos a la historia comentar que Charlie Bucket es un niño que vive con sus padres y abuelos en una vivienda más que humilde. Su sueño es visitar la fábrica de Chocolate de Willy Wonka que puede divisar desde su casa, pero nunca nadie ha visto salir o entrar a nadie en esa fábrica en los últimos años. Sin embargo, las tabletas de chocolate siempre salen puntualmente de la cadena de producción para llegar a su destino. Un día de invierno, Willy Wonka ofrecerá al mundo la posibilidad de visitar su fábrica a los 5 afortunados que encuentren una lámina dorada en sus barras de chocolate, y un premio especial para uno de los cinco afortunados. Desde ese momento, millones de personas de todo el globo comprarán de forma compulsiva las barras de chocolate con la esperanza de ser los elegidos, algunos con métodos poco ortodoxos.




Tim Burton construye una media hora inicial redonda, casi perfecta. Un gran dominio del tiempo narrativo, unos personajes presentados con gran calidez y sobre todo palidez y la adaptación de una historia clásica a los tiempos actuales, tocando temas tan importantes como la pobreza, el paro, la familia, la mala educación, los celos, los deseos de verse reflejado en sus hijos o la violencia de una generación que ha nacido con el pan debajo del brazo. Charlie, como remarca el libro, es sobre todo humildad y sencillez. Una patada en la entrepierna al ideal americano de superación y de competitividad. Freddie Highmore resulta un actor excelente para su papel, con el rostro que todos hemos imaginado que debería tener Charlie al leer el libro. Willy Wonka es interpretado esta vez por Johnny Depp (en la anterior ocasión lo fue por el gran Gene Wilder), que abandona la ropa de pirata para protagonizar un personaje aún más extravagante si cabe. Poco a poco, se nos va desgranando el pasado trágico de Willy pero desde un punto de vista cómico, muy fiel al estilo Burton. Pese a que el interior de la fábrica es el momento más colorista de la película es también el más flojo. No es que resulte aburrida, sino que se repite en cuatro ocasiones el mismo esquema para eliminar a los cuatro repelentes infantes y sus respectivos padres. Éste no es un problema achacable a la película, pero si la hace languidecer al adivinar parte de lo que va a suceder a continuación. A muchos irritarán las coreografías de la película, pero son un elemento desternillante, en especial por el hecho de que los Oompa Loompas sean encarnados por el mismo actor Deep Roy, disfrazado y peinado de todas las formas posibles. No deja de ser un dardo envenenado contra los empalagosos bailes de algunas películas estadounidenses, y por qué no, contra la propia Disney.

 

A destacar un Christopher Lee que parece que por él no pasan los años. A sus más de 80 primaveras se atreve con grandes superproducciones como la presente, la trilogía del Señor de los Anillos y de La Guerra de las Galaxias, un auténtico portento. El trabajo de dirección artística es magnífico, logrando unos colores de tanta viveza que ciegan al espectador, que contrastan con unos personajes extremadamente pálidos. Es evidente que la película ha sido rodada en interiores en su mayor parte, sin embargo los decorados pop están muy conseguidos y los efectos especiales son asombrosos, véase por ejemplo el caso de las ardillas.



En definitiva, una película con una primera parte excepcional, que se pierde bastante en el nudo central dentro de la fábrica, lo que impide al film alzarse como otra de las obras maestras de Burton. Una película que hace mantener la esperanza en la credibilidad Hollywoodiense en un año muy pobre para la taquilla, y que gustará a mayores y pequeños por igual. Aquellos muchachos imaginativos como Charlie la verán con la boca abierta, sin dejar por ello de recomendar la lectura del libro como pieza fundamental en la literatura infantil. Muy recomendable.

Valoración: