Avatar

Director: James Cameron
Intérpretes:
Sam Worthington, Zoë Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Michelle
Rodríguez, Giovanni Ribisi, Joel Moore.
Nacionalidad: Gran Bretaña y Estados Unidos.
Duración: 162 minutos.
por Asier Sisniega
El film llamado a revolucionar el
mundo del cine ha llegado a nuestras pantallas. Cuando James Cameron dijo en
1997 que su siguiente película estaría protagonizada por actores digitales, el
anuncio sonó exagerado, pero albergaba un cierto poso de credibilidad, habida cuenta de los grandes
logros técnicos de este director en filmes anteriores. Terminator y su secuela
Terminator 2: El Juicio Final, Aliens El Regreso, The Abyss e incluso Mentiras
Arriesgadas habían ofrecido una buena muestra de que este director era un
creador tremendamente ambicioso y perfeccionista. Con Titanic dio un nuevo paso
adelante, llegando de nuevo más allá de donde habían llegado otros. No conforme
con lograr el filme más taquillero de todos los tiempos, se empeñó en retirar
forzosamente a los actores de su oficio, y ha sido en 2009 cuando ha logrado
plasmar en imágenes la obra que ideó en 1994.
Desde su creación, el cine ha
tenido que competir con otros medios de entretenimiento que han amenazado su
supervivencia. La irrupción de la pequeña pantalla en los salones de medio
mundo llevó a Hollywood a ofrecer nuevos acicates a los espectadores para que
se acercaran a las salas del cine. El cinemascope y el cinerama trataron de
llamar la atención frente a la baja calidad de las emisiones televisivas en
blanco y negro. En la década de los 50 también se produjeron numerosos estrenos
en 3-D, una técnica que data de los albores del cine. El 3-D cayó en desuso,
aunque se ha mantenido en el tiempo con algunos estrenos durante estas últimas
décadas. El resurgir del 3-D, ahora en formato digital en lugar de celuloide,
se produjo en 2003, con el empleo de nuevas cámaras de alta definición que han
tratado de luchar contra la ingente piratería y las nuevas formas de consumo de
ocio en el hogar, como las colecciones domésticas de DVD y Blu-Ray, la
televisión de pago o las videoconsolas, que se han generalizado cada vez más.
Avatar es el órdago de su director, un hombre tremendamente versado en aspectos
técnicos, dispuesto a demostrar que cualquier experiencia doméstica palidece
frente a Avatar en un cine 3-D y decidido a introducir al espectador en la
proyección, para lograr revolucionar el
mundo del cine. ¿Lo habrá conseguido?


Jake Sully es un marine
minusválido, postrado en una silla de ruedas. Su hermano gemelo, un brillante
científico, acaba de resultar asesinado en un atraco. Antes de morir trabajaba
en el programa Avatar, propiedad de una gran corporación humana que viaja por
el espacio esquilmando los recursos naturales de otros planetas. La empresa se
instala en la luna de Pandora, que orbita Polyphemus, un planeta gaseoso del
sistema estelar Alfa Centauri. En Pandora se encuentran grandes cantidades del
mineral unobtainium. El problema radica en que el filón principal del mineral
se halla bajo el gigantesco árbol sagrado que hace las veces de hogar de los
indígenas extraterrestres Na’vi. Los marines son utilizados como mercenarios y
Jake es llamado para ocupar el lugar de su hermano, pese a no saber nada sobre
el programa Avatar, ni sobre Pandora.
Los avatares son seres de casi 3 metros de altura que
combinan elementos de la genética humana y Na’vi, incluyendo unos huesos
reforzados con fibra de carbono. Son desarrollados en laboratorio y permiten a
sus creadores una conexión total con estos seres. En otras palabras, se crea un
avatar a imagen y semejanza de un científico. Tras introducirse éste en una
urna, se establecerá un vínculo total con su avatar, hasta el punto de vivir
una vida paralela en el cuerpo de ese ser artificial. Al haber fallecido el
hermano gemelo de Jake, será él la única alternativa para poder lograr esa
unión con el avatar, al tener los mismos genes que su hermano.


El avatar supondrá un
renacimiento para Jake, ya que podrá llevar una vida alternativa, lejos de su
silla de ruedas. Los primeros pasos con el avatar serán torpes y difíciles,
creando el caos y el pánico, para pronto controlar perfectamente su cuerpo y
desplazarse a velocidades de vértigo. Jake, junto con los avatares de los otros
científicos, se adentrará en la jungla de Pandora, un terreno hostil que ha
albergado numerosas batallas entre los Na’vi y los humanos. Sin embargo, pronto
se toparán con un thanator, animal similar a un dinosaurio, que obligará a Jake
a huir, perdiendo la pista de sus compañeros.
En la mitad de la noche será salvado de las fauces de diversos animales por
Neytiri, una Na’vi. El árbol sagrado indicará que Jake es el elegido, lo que
conllevará que Neytiri lo lleve ante los suyos. Jake se encontrará en una
encrucijada: defender los intereses mercantilistas de los humanos o entregarse
a su nueva vida Na’vi, donde no sólo recuperará sus piernas, sino que
encontrará el amor.
Lo primero que uno siente al ver
los primeros minutos de Avatar es extrañeza. No por llevar sobre la nariz unas
gafas 3-D (he asistido a varias proyecciones en 3-D en cines IMAX), sino porque
se percibe que estamos ante algo diferente. La tremenda profundidad de campo de
algunos planos iniciales, como por ejemplo el dormitorio de los marines, rompe
con algunos códigos preestablecidos en el mundo del cine. Los efectos 3-D se
han utilizado anteriormente con otros fines, como asustar al espectador o
fingir que algo se acerca hacia él. En Avatar las 3 dimensiones se emplean con
fines narrativos, como cualquier actor o frase del guión. Mis ojos cubrían
desde la quinta fila el total de la pantalla, logrando que la inmersión fuera
total, mayor que nunca antes en pantalla grande, hasta el punto de que un niño
del público pasó por delante de mi butaca, asustándome al creer que se trataba
de un elemento del filme.


Con todo, esta profunda inmersión
en el universo de Pandora no es más que el primer paso tecnológico que se ha
logrado en esta obra. Muchos han querido ver en Avatar otro vídeo en 3-D típico
de parque temático, nada más lejos de la realidad. Avatar es cine, en un
sentido estricto, y se ha empleado la tecnología con fines nuevos que ayuden a
la narración. El segundo gran avance, y probablemente mucho más importante, es
la recreación digital de los Na’vis. A partir de un motion capture mejorado,
que llega a procesar el 95% de los movimientos del rostro de los actores
reales, se han logrado unos seres digitales tremendamente realistas, con un
movimiento de los músculos del rostro prácticamente perfecto. Por si esto fuera
poco, las interpretaciones son comedidas y para nada sobreactuadas.
No sólo sus rostros albergan
naturalidad humana, sino que sus cuerpos se mueven con una fluidez absoluta. Sus
desplazamientos no chirrían salvo en momentos muy puntuales. Sin lugar a dudas
estamos ante la recreación digital del movimiento humano más realista que se
haya hecho nunca. Los Na’vis logran transmitir como lo harían unos buenos
actores, incluso Neytiri (Zoë Saldaña) me llegó a emocionar por unos instantes.
Lograr esto con un personaje digital es un enorme salto adelante. De hecho, se
podría decir que la interpretación de los Na’vis es superior a la de los
actores de carne y hueso en este filme. El trabajo de dirección de actores de
Cameron en la sala de captura y las mejores realizadas mediante infografía, han
dado lugar a una interpretación en su conjunto superior a la de los actores
reales. He aquí donde radica la gran revolución de Avatar. Si Jar Jar Binks en La Amenaza Fantasma fue un intento
frustrado de crear un humanoide digital, sería Golum en Las Dos Torres el que
animara definitivamente a Cameron a lanzarse a la creación de Avatar, viendo
las posibilidades tecnológicas actuales.

Si el trabajo de los actores sale
mal parado, puede deberse también a que el reparto elegido no haya sido
probablemente el óptimo, excepción hecha de la siempre estupenda Sigourney
Weaver. Sam Worthington resulta un tanto soso en su papel y ni siquiera su
condición de minusválido en la película le añade puntos a su interpretación.
Tampoco se puede hablar muy bien del trabajo de Michelle Rodríguez, otra mujer
de armas tomar como le gustan a Jim Cameron, demasiado asociada a otros
productos como A Todo Gas y la serie Perdidos, interpretando el mismo papel que
siempre realiza, sin ningún matiz nuevo. Los malvados Stephen Lang y Giovanni
Ribisi, rayan a un nivel muy bajo, motivado seguramente por la simpleza de sus
personajes, ya que sus carreras previas hablan bien de ellos. ¿Es deliberada
esta falta de calidad en las interpretaciones “humanas”? Diría que no, que se
debe simplemente a malas elecciones realizadas por el director, pero siempre
quedará la duda de si mediante esta decisión se ha intentado subrayar las
magníficas interpretaciones digitales.
La historia es atractiva, atrapa
al espectador desde el primer momento, incluso impone cuando vemos al primer
avatar flotando, cuando éste se yergue o cuando emprende su carrera liberadora.
Aparte de atractiva, también es emotiva. No resulta cargante o ñoña como
quieren hacer ver diversas voces. Se echa en falta, sin embargo, un universo
más rico, plagado de más detalles, un conocimiento más profundo de Pandora, una
complejidad como la que se puede encontrar en la saga de Star Wars por poner un
ejemplo. Quizás de esta manera se buscara un público más amplio, más joven, o
que simplemente los responsables de la cinta no tenían demasiada confianza en
la capacidad comprensiva del occidental del siglo XXI.
Según admite el propio director
canadiense, son múltiples las influencias de esta película. Ha tomado prestadas
ideas de libros de ciencia ficción de su juventud. Incluso existe un relato
breve del año 1957 en el cual un inválido maneja con su mente un ser extraterrestre
que visita otros planetas. Cameron confirma también haber tomado ideas de filmes
como Jugando en los Campos del Señor y Bailando con Lobos, donde un occidental
se integra en un grupo de indios y lucha en contra de los intereses del hombre
blanco. Existen otros paralelismos evidentes con películas como La Selva Esmeralda de John
Boorman, Los Últimos Días del Edén de John McTiernan, Pocahontas y
coincidencias con la propia historia real de los colonizadores europeos del
territorio americano. Toda esta mezcla de influencias provoca una cierta
sensación de déjà vu, pero al mismo tiempo la historia resulta original por la
presencia de los avatares y los Na’vi, y porque los humanos son esta ocasión
los enemigos a batir.
Si su historia funciona a las mil
maravillas, no se puede decir lo mismo de su guión, simple en extremo. Pese al
conocido perfeccionismo de Cameron, los diálogos son más sencillos incluso que
los de cualquiera de sus anteriores películas. Cualquier serie de la HBO presenta cada semana
diálogos mucho más brillantes. A esto hay que unir, que muchos de los
personajes de la película son planos y responden a todo tipo de tópicos. Estos
no tienen profundidad en su personalidad. Jake y Neytiri actúan como héroes. El
líder de los Na’vi y su esposa también hacen lo que el público espera de ellos.
Los malos son tan planos, que no presentan matiz de ningún tipo, es decir, los
malos lo son al 100%, sin atisbos de piedad, ni momentos de duda. Esto facilita
las lecturas al espectador en demasía, y se echa en falta en todo momento una
mayor complejidad en las personalidades, para confundir al espectador con las
contradicciones propias de los humanos y que sea éste quien tenga que hacer el
esfuerzo de interpretar las imágenes y los diálogos.

Todo esto nos puede llevar a
pensar que se han hecho demasiadas concesiones al gran público. Incluso muchos
de los animales de Pandora y máquinas de los humanos parecen haber sido creados
para agradar al respetable. En estos últimos días, la prensa y los telediarios
se han lanzado a proclamar que Avatar ha costado 500 millones de euros, sin
contrastar los datos, cuando realmente han sido 237 millones de dólares y otros
150 destinados a promoción, lo que totaliza 387 millones de dólares,
convirtiéndose en la película más cara de todos los tiempos. Cameron de nuevo
bate su propio récord, como ya hiciera con sus anteriores películas,
acostumbradas a romper las marcas de presupuestos más altos. Está claro que Fox
no podía arriesgarse a perder todo ese dinero, por lo que la película es de
digestión fácil, comprensible por todos los públicos y tremendamente comercial,
como todo el cine anterior de este director. Cameron asegura haber hecho la
película que querría ver como espectador, y lo cierto es que consigue que el
film se pase en un suspiro, pese a las 2 horas y 42 minutos de metraje.
En otros aspectos, se puede
hablar del buen hacer del compositor James Horner, con una banda sonora
adecuada, aunque lejos de sus mejores partituras, y relegado en los últimos
tiempos a películas de segundo nivel, debido seguramente a su afán por plagiarse
a sí mismo y a otros.
La temática ecologista está
presente en todo momento en la historia, algo que puede sonar oportunista, pero
que nunca está de más. El argumento de Avatar se relaciona con la destrucción
del planeta Tierra por parte de los humanos, lo que les lleva a tener que
devastar otros planetas. Cameron reconoce que deliberadamente quiere despertar
la conciencia medioambiental de los espectadores, que vean cómo se rompe
nuestro nexo con la naturaleza y cómo dilapidamos los recursos naturales.
También está muy presente el aspecto imperialista, con referencias claras al
Gobierno de George Bush y sus guerras preventivas. Igualmente se vislumbran en
la película paralelismos con la conquista americana por parte de los europeos y
el asesinato sistemático de indios. En definitiva, el abuso de poder de los más
fuertes sobre los indígenas locales y la nula voluntad de dialogar y respetar
las otras culturas. La progresiva deforestación de la selva amazónica también
se puede leer entre líneas.
Avatar es una película hermosa, a
la que le auguro una larga y brillante carrera comercial y que provoca que
cientos de preguntas se agolpen en boca de los cinéfilos: ¿peligra el trabajo
de los actores a corto plazo? ¿Admitiremos como bueno llevar gafas 3-D a todos
los estrenos y las usaremos en casa en nuestro tiempo de ocio? ¿El futuro del
cine pasa definitivamente por las 3-D y por los personajes digitales? Sólo el
tiempo nos dará las respuestas.
Avatar es una revolución en el
cine a nivel técnico, aunque no narrativo, un punto de inflexión en el cine
como pocos ha habido antes. Una magnífica película, bella y emotiva, que será
recordada dentro de muchos años. Los Na’vis atrapan al espectador, hasta el
punto de que cuando aparecen los actores reales molesta su presencia, ya que
queremos seguir inmersos en el mundo de estos nativos digitales. Avatar logra
una profundidad de campo e inmersión inauditas en el mundo del cine, unas
interpretaciones digitales extraordinarias, que la harán merecedora de los
Oscar técnicos del presente año.
Falla en la simpleza de su guión,
en la sencillez de sus personajes y en la falta de profundidad de su universo.
Con todo, Avatar es un espectáculo visual de primer orden, que ningún cinéfilo
debería perderse. Cameron se anota, 12 años después, un nuevo tanto y se vuelve
a colocar a la cabeza tecnológica de Hollywood. Afirma que si Avatar es un
éxito de taquilla (algo más que manifiesto con 230 millones de dólares
recaudados en todo el mundo en apenas 3 días), dirigirá la segunda y tercera
parte. Las esperaré con los brazos abiertos.
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