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The Brothers Bloom


Director: Rian Johnson

Intérpretes: Rachel Weisz, Adrien Brody, Mark Ruffalo, Rinko Kikuchi, Maximillian Schell, Andy Nyman.

Nacionalidad: Estados Unidos.

Duración: 109 minutos.

por Asier Sisniega 

The Brothers Bloom fue la película elegida para cerrar la sección oficial del Festival de cine de San Sebastián 2008, que como es habitual se proyectaba fuera de concurso. Su director, Rian Johnson, se personó en Donostia para explicar el mundo que había creado en esta obra y que todavía tardará en llegar a las pantallas internacionales un buen puñado de meses. El director sólo cuenta con otro largometraje en su haber, Brick, de importante éxito de crítica y público, que auguraba un magnífico futuro a su responsable en la meca del cine. Decididamente simpático y con ganas de agradar, trató de hacer reír al respetable del Velódromo convirtiéndose en una especie de Robin Williams rejuvenecido. De sus palabras durante la clausura en el Kursaal se deducía que en su foro interno deseaba lograr las carcajadas cómplices del público y prometió que el film sería mucho más divertido de lo que lo era él. Mostró con toda evidencia los nervios propios de alguien cuyo trabajo de varios años iba a ser evaluado en breves instantes.


Los hermanos Bloom crecieron alejados de sus padres, siendo adoptados y expulsados por no menos de 30 familias. Este comienzo difícil les llevó a aguzar el ingenio y pronto a través de sofisticados timos lograron obtener la paga que sus padres adoptivos les negaban. Stephen (Mark Ruffalo) era el cerebro de las operaciones, mientras que Bloom (Adrien Brody) se dejaba arrastrar más por sus sentimientos, poniendo en peligro muchas veces el proceso. Los años pasaron y los inseparables hermanos habían logrado reconocimiento mundial dentro de este ilícito pero romántico oficio. Tras romper con su mentor, Diamond Dog, en San Petersburgo, se convirtieron en los mayores timadores mundiales, empleando ardides que ya quisiera David Copperfield para sí. Bloom, el menor de los hermanos, harto de esa vida delictiva, decide abandonar y trasladarse a Montenegro, donde vivirá un retiro próximo al de un ermitaño. Sin embargo, aún hay tiempo para un último golpe. La víctima, una rica heredera de la costa este estadounidense llamada Penélope (Rachel Weisz). Una presa fácil para tan sagaces truhanes.

La cinta, pese a no contar con un presupuesto excesivamente alto, 20 millones de dólares, ha podido contar con la presencia de importantes valores de la industria, como son los oscarizados Adrien Brody y Rachel Weisz, la nominada por Babel, Rinko Kikuchi, y el siempre correcto Mark Ruffalo. El propio director confesaba en la rueda de prensa de la mañana que para este proyecto había logrado a sus actores favoritos, algo que se podría considerar un sueño hecho realidad para cualquier cineasta. Con todo, el punto más prominente de la obra que nos ocupa es su carácter extraño y su naturaleza bizarra, que recuerda al estilo cinematográfico de Wes Anderson. Una apuesta arriesgada, atípica y que no contará con el beneplácito de la mayoría de la audiencia, como así lo confirmó el frío silencio del Velódromo tras finalizar la proyección. 

The Brothers Bloom bebe sin duda alguna del cómic, pero también de los dibujos animados que han ocupado buena parte de nuestra infancia. Esta mezcla apetitosa da lugar a un desopilante arranque, trufado de ritmo y vis cómica. A partir de esos más que prometedores primeros minutos la cinta cae en un pozo profundo, carente de ritmo, que deja una sensación de falta de ideas, echando de menos la frescura del inicio. Probablemente, como cortometraje hubiera funcionado mucho mejor, prescindiendo claro está de gran parte del desarrollo de los timos. Para poner remedio a esta falta de creatividad, se traslada la acción a lugares hermosos de todo el globo, emulando sagas como la de James Bond, en un intento de insuflar aire e intriga al film con los cambios de localización. Desgraciadamente, tampoco de esta manera lo consigue.

La acción principal consta de dos partes. En ambas Bloom, el menor de los pillastres, debe ser convencido por su hermano para que se embarque en un nuevo proyecto delictivo. Cuando éste cede, se pone en marcha el mecanismo, pero sin explicar los puntos claramente al espectador, de tal forma que se convierte en un juego con el público, que trata de averiguar qué es cierto y qué es falso. Esta premisa, ya explotada anteriormente, no logra cuajar, excepto tal vez en el timo final, pero no pasa de un intento por interactuar con el espectador y que éste abandone su actitud pasiva. El ritmo pausado y carente de giros que sigue al prólogo descoloca a cualquier persona, más aún si la relación entre los hermanos y con Penélope se dilata en el tiempo, sin enriquecer a los personajes de manera significativa. Subrayando su faceta de dibujos animados, la propia rica heredera encarna unos breves y divertidos momentos en que muestra todas sus aficiones, a cada cual más rocambolesca. La que no habrá tenido problemas con su guión habrá sido la nipona Rinko Kikuchi, pues su personaje Bang Bang apenas articula dos palabras en todo el metraje.

Uno de los puntos más perjudiciales de la obra es que el magnífico reparto da la sensación de no creerse el personaje que están plasmando frente a la cámara, lo cual es comprensible dado el carácter extraño de la producción. El trabajo de todos ellos es competente, pero se puede afirmar que están tan sólo a un pequeño porcentaje del nivel que pueden llegar a ofrecer. Igual de caricaturescos resultan los encuentros con Diamond Dog (Maximillian Schell) y con el marchante de arte, interpretado por Robbie Coltrane. Sin preámbulos, se presentan las interacciones con estos personajes de forma violenta, suponiendo el espectador un pasado igualmente conflictivo. De cualquier manera, ambos son meros añadidos que en ningún momento se llegan a desarrollar.

Uno de los elementos más interesantes es la ubicación temporal indeterminada. Aunque suponemos que se encuentran en la actualidad, la cinta toma prestados ambientes, vestuario y decoración de los años 20, 30 e incluso 50 y 60. Esta mezcla de épocas en un entorno actual e incluso moderno, dota a la película de una personalidad diferenciada, próxima a la de filmes como la fallida Los Vengadores o Sky Captain y el Mundo del Mañana.

Son ya multitud las obras cinematográficas que han recorrido el submundo de los timadores, unas con más fortuna que otras. The Brothers Bloom pertenece al grupo de las fallidas, donde una buena idea inicial hace aguas al no encontrar el camino para desarrollarse. Los minutos iniciales, el intento de interacción con el espectador y algunas bellas localizaciones como Praga, son lo más remarcable de este trabajo que llegará a las carteleras españolas a buen seguro bien entrado el año 2009. Una película quizás reservada para esos días de asueto en que uno zapeando se cruce con ella dentro de la mediocre parrilla televisiva. Una verdadera lástima por su afectuoso director, al que le deseo una fructífera carrera.
 

Valoración