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Más allá de la vida



Director: Clint Eastwood

Intérpretes: Matt Damon, Cécile de France, Frankie McLaren, George McLaren, Jay Mohr, Bryce Dallas Howard, Thierry Neuvic, Richard Kind, Lyndsey Marshal.

Nacionalidad: Estados Unidos

Duración: 129 minutos

por Asier Sisniega

A un ritmo de película por año Clint Eastwood emula la particular cadencia fílmica de Woody Allen y nos entrega una nueva muestra de su cine, temáticamente divergente, pero con los pilares básicos de su cine siempre presentes. Más allá de la vida trata de despertar nuestro entumecido cerebro y busca que reflexionemos acerca de si hay algo que no sea el vacío más absoluto después de la muerte. Para ello construye tres historias con otros tantos personajes en lugares distantes del globo, con un nexo en común, la familiaridad con la muerte y el más allá.

Marie Lelay (Cécile de France) es una presentadora de la televisión pública francesa que se encuentra en Tailandia de vacaciones junto a su amante Didier a finales del año 2004. La mujer acude a comprar algunos recuerdos a los puestos callejeros para las hijas de su amante. De pronto, un tsunami arrasa la costa y deja a Marie inconsciente bajo las aguas. En esos instantes establecerá un contacto con la muerte que le impedirá seguir una vida normal cuando regrese al mundo de los vivos.

George Lonegan (Matt Damon), por su parte, se labró un pasado como parapsicólogo, hasta convertirse en una figura conocida en los medios. Sin embargo, el contacto constante con la muerte y con el sufrimiento ajeno le hacían sentirse profundamente mal. Cansado de ser diferente al resto decide trabajar en una fábrica y vivir sus días humildemente sin tanto dolor.

Por último, Marcus pierde a su hermano gemelo Jason en un atropello mortal en Londres. El vínculo existente entre ambos hermanos se mantiene inalterable tras la muerte, por lo que Marcus no cederá en su empeño de tratar de volver a contactar con Jason. El alcoholismo de su madre, su posterior ingreso en un centro de desintoxicación y la entrega de Marcus a una familia de acogida le dificultarán aún más las cosas, sumiéndole en una profunda introversión.

Más allá de la vida es un filme extraño dentro de la filmografía de Eastwood. No por la temática que trata, ni mucho menos por un revolucionario cambio en su forma de dirigir, sino por la extrema simplicidad del guión, su lento desarrollo y algunas escenas más propias de un director novel que de un director veterano merecidamente reputado.

En las últimas dos décadas Hollywood nos ha acostumbrado al contacto con la muerte a través de cintas de misterio, thrillers y efectismo por doquier. Más allá de la vida huye de cualquier deseo efectista y da voz a aquellos que, habiendo estado en puertas de la muerte, afirman que hay algo más después de nuestro sino inevitable.

La secuencia inicial en Tailandia es inevitablemente arrolladora, y ofrece imágenes más reveladoras del tsunami de 2004 que las grabadas in situ en aquellos momentos. Aún sobrecogidos por las imágenes, el director nos llevará a San Francisco y Londres, para presentarnos a los dos restantes protagonistas de esta historia. Las primeras secuencias en Londres beben de innumerables tópicos y son de una simplicidad alarmante. La madre alcohólica, el padre ausente, los servicios sociales que investigan la vida del beneficiario de prestaciones. Situaciones que ya se habían visto en la reciente Precious o en otra cinta del propio Eastwood, Million Dollar Baby, donde la familia de la protagonista es presentada como un conjunto de ignorantes paletos egoístas, sin ningún matiz que haga posible su redención. Esta misma simplicidad abunda en los primeros minutos de la historia londinense y por extensión, en la mayor parte de la obra.

El programa Días de Cine de Televisión Española señalaba que Eastwood plantea preguntas a lo largo del metraje sin responder a ninguna. Esta afirmación resulta un tanto ridícula, ya que por muy buen director que éste sea, es evidente que no tiene la llave de la verdad y que no puede saber si hay vida después de la muerte, como él mismo ha comentado en los últimos meses. Por el contrario, es mucho más interesante replantear esa aseveración y afirmar que el problema no es que Eastwood no responda a las preguntas, es que apenas plantea interrogantes, mostrándonos una visión del más allá de manual y unas reflexiones del todo pobres, con un guión que adolece de flojera por todas partes.

La aproximación que Eastwood realiza de la muerte está a años luz de la profundidad y de la metafísica de algunas de las mejores obras de Ingmar Bergman, donde éste analiza la muerte sin cortapisa, se adentra en los miedos comunes a todo ser vivo y maneja diferentes opciones y posturas ante lo inevitable. Por todo ello, resulta doloroso ver que nombres como Spielberg (productor ejecutivo) e Eastwood apenas puedan arrojarnos un relato superficial, propio de un adolescente que comienza a realizar sus primeros experimentos con la cámara o con el bolígrafo. Cualquiera que siga el cine comercial de los últimos años sabrá que si quiere profundidad debe acudir a las mejores series de televisión de canales como HBO, AMC o Showtime, que hacen sonrojar al cine mainstream de los últimos años, demasiado timorato por miedo a espantar al público en la taquilla y deseoso de captar no sólo el mayor número de espectadores posible, sino especialmente al público adolescente, que es el que por lo general llena las salas de cine.

En cuanto a la historia de George Lonegan (Matt Damon), ésta no dista demasiado de algunas obras de superhéroes recientes, donde estos se sienten desplazados y desean vivir como uno más. De nuevo, esta historia resulta enormemente simplista. Lo mejor, sin duda, es la presencia de Bryce Dallas Howard, de la cual resulta imposible no enamorarse mientras degusta diversos platos a ciegas, una secuencia deliciosa y erótica, recurriendo únicamente a la delicadeza. Secuencia estropeada en parte por un doblaje muy discutible en varias secuencias.

Otro de los elementos recurrentes en la película es el exceso de casualidades. Si bien podemos aceptar que la suerte juega un papel clave en toda vida, la presencia de sucesos fortuitos es excesiva. Como tantas veces se ha visto previamente en historias paralelas, la vida de todos los personajes termina por confluir en un único lugar. La escena de los atentados de Londres en 2005 probablemente sea redundante, ya que no aporta nada significativo al personaje de Marcus. Matt Damon y Cécile de France resultan correctos en sus papeles, aunque no dan la sensación de creerse demasiado sus personajes.

Con todo, Más allá de la vida es una película que se ve con agrado, lenta en su desarrollo, plagada de tópicos, lugares comunes, defectos y de una simpleza preocupante. A destacar su vigoroso arranque y un final predecible, mil veces visto, pero emotivo. Quizás lo mejor de esta apuesta sea el hecho de arrinconar el efectismo alrededor de la muerte e inclinarse por una narración pausada, en tiempos en que la muerte ha sido desterrada de las sociedades occidentales, totalmente entregadas al culto a la juventud, como así se denota en la reunión de Marie con su editor y con la directora del centro de salud.

Hemos de tener también en cuenta que el director se encamina inexorablemente hacia los 81 años de edad y que a buen seguro la cuestión de la muerte le abordará sus pensamientos en numerosas ocasiones, por lo que es una verdadera lástima que no se incline por una reflexión más profunda y madura, en favor de la taquilla y de la comercialidad. En definitiva, una obra que podría haber sido profundamente de autor, que termina convirtiéndose en una obra de segunda fila en su extensa filmografía. Aún así, merece la pena un visionado.


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