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Los Mercenarios


Director: Sylvester Stallone

Intérpretes: Sylvester Stallone, Jason Statham, Jet Li, Dolph Lundgren, Eric Roberts, Randy Couture, Steve Austin, Mickey Rourke, Giselle Itié, David Zayas, Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger.

Nacionalidad: Estados Unidos.

Duración: 103 minutos.

por Asier Sisniega

Aquellos que ya peinen canas o estén a punto de comenzar a peinarlas probablemente recordarán con añoranza los filmes de acción de los años 80 y comienzos de los 90. La era Reagan fue un catalizador para este género, que vivió entonces sus mejores momentos. Un amplio grupo de actores musculosos acabarían con enemigos de todas las nacionalidades en un festín de disparos y explosiones con un débil argumento como hilo conductor.

A medida que el espectador se hace mayor normalmente evoluciona. Los cinéfilos más inquietos llegarán a descubrir la obra de Bergman, la nouvelle vague o el expresionismo alemán. El aficionado ocasional visiona, por norma general, el cine mainstream. En cualquier caso, la acción made in Stallone, Van Damme o Seagal ha dejado de arrastrar a millones de espectadores a las salas de cine, para convertirse en poco menos que un reducto en los videoclubs de barrio y en las parrillas de las televisiones generalistas. Stallone tuvo la idea de reunir en Los Mercenarios a la mayor parte de aquellas glorias, de las cuales algunas superan ya incluso ampliamente los 60 años, para brindar al respetable 100 minutos de acción con sabor añejo.

Un grupo de mercenarios, encabezado por Barney Ross (Stallone), se encuentra en el golfo de Adén, frente a las costas de Somalia, acorralando a un grupo de secuestradores. En vista de que estos exigen un rescate aún mayor, los mercenarios terminan con la vida de los somalíes sin contemplaciones, rescatando a la tripulación secuestrada. El señor Iglesia (Bruce Willis), agente encubierto de la CIA, ofrece un arriesgado trabajo a los líderes de los dos principales grupos de mercenarios del país. Trench (Schwarzenegger) rechaza la oferta, dejando en manos de Barney Ross y los suyos el proyecto.

Ross y Lee Christmas (Jason Statham) volarán en hidroavión hasta la isla de Vilena haciéndose pasar por miembros de una asociación de protección de la fauna. En esta república ficticia un dictador ha sembrado el terror durante años, con la colaboración de un ex agente de la CIA, a fin de controlar el tráfico de cocaína hacia los países occidentales. Ross y Christmas pronto comprobarán que la isla está plagada de soldados y que el trabajo es poco menos que un suicidio. Sin embargo, contarán con la inestimable ayuda de una mujer, Sandra Garza (Giselle Itié), hija del dictador.    

Los Mercenarios cumple totalmente con su cometido. De ella se espera acción a raudales, testosterona, músculos hiperdesarrollados, mujeres de corta y rasga, variedad de armas, villanos irreductibles y un argumento prácticamente inexistente que apenas justifica tan desaforado despliegue de acción. Los Mercenarios respeta todos los “requisitos”, pero lo hace de una forma solvente, digna y francamente entretenida. Los Mercenarios no engaña a nadie, presenta cuatro bloques perfectamente diferenciados de acción, con importantes pausas entre medias para tomar un respiro. No busca ser una superproducción con una bella puesta en escena, pero no se aprecia pobreza de medios en ningún momento.

En el plano positivo, además de destacar lo entretenida que resulta la película, conviene apreciar la acción bien construida, que resulta francamente espectacular y contundente, en especial el enfrentamiento final. Los Mercenarios no hace una apología fascistoide a lo Rambo, los protagonistas combaten causas justas: la lucha contra el tráfico de droga y el derrocamiento de un cruel dictador.  Jason Statham es el que mejor deparado sale del amplio plantel de actores, confirmándose como un claro relevo generacional a sus compañeros de metraje.

Entre los aspectos menos loables se encuentran el argumento y la pobreza de algunos diálogos, algo totalmente de esperar. Algunos se llevarán las manos a la cabeza al ver como co-guionista a Stallone, pero conviene recordar que éste fue nominado al Oscar en 1977 no sólo como mejor actor por Rocky sino también como mejor guionista. Incluso el fornido villano, Eric Roberts, hermano de la sonrisa más famosa de América, fue nominado como mejor actor secundario en 1985. Otro elemento que ralentiza en cierta medida la acción es la presentación de los diversos secundarios. Sus líneas de diálogo no sólo no aportan gran cosa por lo general, sino que lastran el ritmo de la narración. El personaje de Mickey Rourke sería un buen ejemplo de ello. 

Pese al defecto comentado al final del párrafo anterior, y atendiendo al deseo de reunir en pantalla al mayor número posible de héroes de acción, se echan en falta rostros como los de Chuck Norris, Kurt Russell, Steven Seagal, Christopher Lambert o Jean-Claude Van Damme, por nombrar sólo a algunos de ellos. Varios de los mencionados rechazaron su participación por razones diversas. La más llamativa es la esgrimida por Van Damme, que rechazó el personaje interpretado por Lundgren, señalando que el papel tenía poca sustancia. Y lo dice alguien con una filmografía capaz de sonrojar al más desvergonzado.

Lo más fácil para cualquier crítico sería destrozar Los Mercenarios, burlarse de los anormales cuerpos de estos sexagenarios y recomendar la última obra de Kim Ki-Duk que se proyecta en la sala contigua. En cambio, yo recomendaría visionar ambas películas. Cualquier cinéfilo que se precia sabrá disfrutar cualquier género y cualquier cinematografía, sin establecer exclusiones basadas en las sesudas justificaciones que algunos críticos emplean para mantenerse en la cúspide del pedestal. Déjense embelesar por el cine de Michael Haneke, pero no se pierdan Crank. Revisiten los clásicos de Yasujirô Ozu, pero no olviden de vez en cuando dejarse llevar por la épica de la saga de Rocky.

En resumidas cuentas, Los Mercenarios resulta un agradable visionado para una tarde de verano, con importantes dosis de acción y violencia. La cinta también sirve para rememorar tiempos pasados en que veíamos cine con ojos menos prejuiciosos. Recomendada.



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