Prince of Persia: Las Arenas del Tiempo

Director: Mike Newell
Intérpretes: Jake
Gyllenhaal, Gemma Arterton, Ben Kingsley, Alfred Molina, Steve Toussaint, Toby
Kebbell, Richard Coyle.
Nacionalidad: Estados
Unidos.
Duración: 116 minutos.
por Asier Sisniega
De la mano del productor Jerry Bruckheimer llega a las carteleras de todo
el mundo la adaptación del videojuego del mismo nombre, lanzado con gran éxito
de crítica y público en el otoño de 2003. Por todos es sabido que la traslación
de algunos videojuegos al cine ha dado lugar a numerosas cintas funestas,
dignas de la peor calaña, carne inmediata de videoclub y de encabezar las
listas a las peores cintas del año y de la década. Habida cuenta de este penoso
bagaje, cualquier aficionado al cine albergará muchas dudas acerca de la
calidad de este estreno. Sin embargo, esta vez Hollywood ha puesto toda la
carne en el asador, con un presupuesto muy elevado, actores de primera fila, un
equipo técnico plagado de grandes nombres de la industria (el montador Michal
Kahn, habitual de Spielberg o el director de fotografía John Seale, responsable
de la maravillosa fotografía de El Paciente Inglés), con la clara vocación de
crear una nueva saga, al puro estilo Piratas del Caribe, también de Disney y
del mismo productor.
La idea de Piratas del Caribe rezumaba exotismo por sus cuatro costados,
fuera aparte de la calidad de las películas. Para el común de los mortales
Piratas del Caribe representa un entorno bucanero de siglos pasados que ya no
volverá, un mar de aguas turquesas idílico para los urbanitas y unos
malolientes barcos desprovistos de tecnología y plagados de malos olores, pero
con mucho más glamour que el mejor transatlántico de la actualidad. Estas
mismas apreciaciones son extensibles al Príncipe de Persia. Disney ha visto
claramente un nuevo filón, respondiendo a esas necesidades de exotismo con las
que el espectador fantasea.
Piratas del Caribe debía su origen a una de las mejores atracciones de los
parques Disneyland, lo cual le acarreó numerosas e injustas críticas. No hay
razón por la que desprestigiar una obra si ésta bebe de un videojuego, de una
atracción de feria o de cualquier otra fuente. No hay razón por la que
valorizar en mayor medida un film que basa su metraje en una fuente literaria. Lo
importante cuando una persona se sienta en una sala de cine durante 120 minutos
es que la película sea buena, sin importar el origen. La lista de adaptaciones
literarias de baja estofa no cabría en un solo tomo. Dicho todo esto, Prince of
Persia es una muy entretenida película de aventuras, perfecto ejemplo de
película palomitera, a la que hay que acudir con una mente abierta
desprejuiciada, obteniendo nada más y nada menos que lo que se espera de ella,
un digno pasatiempo. Estamos, claro está, ante la adaptación más ambiciosa de
un videojuego y también a la relación más satisfactoria entre ambas ramas
culturales.
Dastan es un huérfano que habita en los arrabales de Nasaf. En un ejercicio
de bravura, el pequeño defiende a otro desheredado de los golpes de miembros
del séquito real. El rey Sharaman es testigo de la valentía del muchacho, por
lo que decide adoptarlo como hijo y educarlo en la corte juntos a sus otros dos
vástagos varones. 15 años después Dastan es un joven apuesto y valeroso, con un
importante sentido de la justicia y especial capacidad para el combate y la
infiltración.
Según los espías del Reino, la ciudad de Alamut ha estado fraguando armas
para vendérselas a los enemigos de Nasaf. Ante semejante afrenta, y estando el
rey ausente, sus hijos deciden atacar Alamut, aconsejados por su tío Nizam (Ben
Kingsley). Una vez tomada la ciudad y con la princesa Tamina (Gemma Arterton)
entregada en matrimonio a Dastan, el rey Sharaman fallece quemado tras
enfundarse una túnica que le regala su hijo adoptivo. Dastan, acusado
injustamente de asesinato, huye del lugar junto a Tamina, provisto únicamente
de una daga que se tornará poderosa, ya que alberga el poder de retornar en el
tiempo y la capacidad de corregir aquellos errores que todos cometemos.
La posibilidad de retroceder en el tiempo y de hacer uso de las arenas del
tiempo, era una de las principales habilidades que se ponían a disposición del
jugador en el videojuego creado por Jordan Mechner. La película no olvida su
origen jugable e incluye diversas secuencias en las que el protagonista emplea
numerosos movimientos propios del videojuego, saltando sobre listones de madera
o entre tejados, recordando quizás en demasía a otro videojuego de la compañía
Ubisoft, Assassin’s Creed. De hecho, los propios asesinos nizaríes juegan un
papel clave en la trama de la película, invitando a pensar en una nueva saga
Disney a partir de este otro exitoso juego. Ciertas secuencias de Prince of
Persia homenajean por tanto la jugabilidad del videojuego, sin impedir que la
narración cinematográfica siga su propio curso.
Nos encontramos ante un guión sencillo, pero muy funcional, que explica los
elementos del film en excesivo detalle al espectador, para que éste no albergue
dudas y pueda sentirse frustrado. También nos topamos con elementos cómicos
entre el príncipe y la princesa, o los provocados por Sheik Amar (Alfred
Molina), ciertamente gracioso, pero a todas luces redundante en el devenir de
la historia. Las escenas de acción están bien dosificadas, no son excesivas y
no resultan cargantes. Los personajes sólo son perfilados, pero eso es algo que
ya el cinéfilo encuentra desgraciadamente en todos los filmes, incluso en los
más ambiciosos narrativamente.
En cuanto a los valores del producción, estos son indudablemente de primer
orden. Decorados elaborados, vestuario muy detallista, multitud de extras,
fotogragía del reputado John Seale y una banda sonora correcta de Harry
Gregson-Williams, que está a años luz de la maravillosa partitura del videojuego
Prince of Persia de 2008, que bien merecía haberse empleado en la película.
En cuanto al equipo actoral, Jake Gyllenhaal sale bien parado de su papel
como príncipe, un actor de probada calidad interpretativa en papeles como
Zodiac o Brokeback Mountain, quizás demasiado pasado de anabolizantes para
interpretar su rol en esta película. Gemma Arterton interpreta a la princesa
Tamina, una nueva belleza emergente, que se ha adentrado en el pantanoso
terreno de los blockbusters, donde la práctica totalidad de las jóvenes son
olvidadas tan pronto como muestran su primera arruga y aparece una nueva
belleza veinteañera. Sin embargo, esta chica parece ser más belicosa que otras
chicas Bond, ya que se enfrentó a los productores de Disney en sus ambiciones
de transformar su rostro de arriba abajo. Ben Kingsley y Alfred Molina aportan
con su presencia el prestigio que toda película de gran presupuesto precisa, al
rodearse de secundarios ilustres.
En este punto resulta interesante hacer un inciso y cuestionarse acerca de
una tendencia habitual en el Hollywood de los últimos años. El actor Sam
Worthington ha pasado de ser prácticamente un desconocido a protagonizar tres
grandes estrenos en un corto periodo de tiempo: Avatar, Furia de Titanes y
Terminator Salvation. Algo similar le ha ocurrido a Gemma Arterton: Quantum of
Solace, Furia de Titanes y Prince of Persia. Pese al tremendo abanico de
actores de calidad que pululan en torno a Hollywood, la industria toma un nuevo
rostro y lo explota en un breve periodo de tiempo. Lo curioso es que diferentes
compañías contratan a un mismo actor o actriz para rodar grandes taquillazos
sin ni siquiera saber si van a tener éxito las películas que han rodado
previamente. Así por ejemplo, Sam Worthington rodó Avatar y sin aún conocer el
alcance de ésta, fue contratado para Furia de Titanes y Terminator Salvation,
lo que invita a pensar que Hollywood tiene muy medido el rendimiento de sus
grandes producciones y hay poco lugar para la sorpresa.
Hollywood es sin duda un lugar cruel, ya que todos los actores salen perdiendo
antes o después. Worthington y Arterton serán olvidados muy probablemente a
favor de otros rostros y cuerpos esculturales. El resto de actores candidatos,
tan capaces como ellos, han perdido la oportunidad de trabajar en grandes
proyectos, ya que ambos han copado todos los grandes estrenos.
También cabe analizar someramente el progresivo acercamiento narrativo
entre videojuego y cine. Cada vez asistimos a videojuegos donde el sentido
cinematográfico es cada mayor, con encuadres y montajes hollywoodienses,
diálogos dignos del mejor estreno y un sentido del espectáculo muy similar.
Uncharted, Heavy Rain, Metal Gear Solid IV o Alan Wake son sólo algunos
ejemplos. Lo mismo es aplicable al cine, con escenas que cada vez se aproximan
más al entorno jugable de los videojuegos, como por ejemplo la mentada Avatar.
Regresando a Prince of Persia y a una semana de su estreno en tierras
americanas, es de suponer que logre un amplio éxito, dado su probada calidad
como producto de entretenimiento, aunque quizás no logre una taquilla tan
abultada como la saga pirata, ya que en recientes semanas se han estrenado Iron
Man 2 y Robin Hood, además de perdurar en las salas el fenómeno 3-D.
En el plano negativo cualquier espectador puede señalar los defectos. Unos
personajes y guión poco profundos, sólo dibujados, un deseo manifiesto de hacer
taquilla y negocio de cualquier manera posible. Producto olvidable en pocas
horas, que no aporta nada nuevo, plagado de guapas y guapos de cuerpos
esculturales. Es decir, los defectos habituales del cine de Bruckheimer, que no
hace más que engordar sus arcas y llenar la boca a los accionistas de Disney.
Es lo que tiene cotizar en bolsa y ser un negocio. En ocasiones se nos olvida
que las grandes compañías de cine están en bolsa y deben rendir cuentas con sus
inversores. Su principal juez no somos nosotros los cinéfilos, sino los
hambrientos accionistas que no juzgarán la calidad de la película, sino las
cifras que ésta arroje. Por ese motivo, el espectador ya sabe lo que encontrará
en la sala de cine, y no va a ser precisamente cine independiente. De todas
formas, todo es disfrutable y en el eclecticismo hay más goce que en los
extremos.
Prince of Persia: Las Arenas del Tiempo es una película muy recomendable,
perfecta para un tarde de asueto y que no lleva a engaño, ya que da aquello que
se espera de ella, dos horas de pura aventura y evasión, logrando asimismo la
mejor adaptación de un videojuego hasta la fecha, si bien lo tenía fácil dados
los precedentes. Más que posible nueva saga a la vista. Recomendable.
Valoración: