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Toy Story 3





 

Director: Lee Unkrich

Intérpretes (versión original): Tom Hanks, Tim Allen, Joan Cusack, Ned Beatty, Don Rickles, Michael Keaton.

Intérpretes (versión doblada): Óscar Barberán, José Luis Gil, Nuria Trifol, Miguel Ángel Jenner, Luis Mas, David Robles.

Nacionalidad: Estados Unidos.

Duración: 103 minutos.

por Asier Sisniega 

¿Dónde se encuentra el límite de Pixar? Ésta es la pregunta que me rondaba la cabeza al acabar el visionado de la tercera entrega de Toy Story. En los últimos años Pixar ha sido la  razón de ser de Disney, concatenando éxito tras éxito. A inapelables genialidades como Wall-E o Ratatouille, se une ahora con todo merecimiento Toy Story 3. Gracias a su calidad, y a la popularidad de sus personajes, Toy Story 3 será el mayor triunfo económico de la compañía y el primero, a buen seguro, que rompa la barrera de los 1.000 millones de dólares de recaudación mundial.

El año pasado lograron 30 minutos iniciales de gloria en Up, película que posteriormente se diluía en una convencional historia de acción y aventuras, con animales parlanchines, en la que se evidenciaba una cierta carencia de ideas. Si en ese film lograron conmovernos, resumiendo en tan sólo 5 minutos el nacimiento del amor, la vida en común y el dolor de la pérdida, Toy Story 3 nos devuelve, a su vez, a nuestros juegos infantiles ya olvidados, invitándonos con honestidad a recordar esos viejos juguetes abandonados a su suerte en el trastero.

Toy Story 3 no flaquea en ningún momento. De principio a fin se muestra brillante, tremendamente creativa e imaginativa, hasta llegar a desbordar en algunos momentos. Un nuevo triunfo del estudio, que nos regala grandes momentos de cine y una perenne sonrisa en nuestros labios.

Andy tiene 17 años y pronto abandonará su hogar para acudir a la universidad. Si bien en España no es tan frecuente volar lejos de casa a temprana edad, en Estados Unidos es algo común y corriente. Andy deberá decidir el destino de sus juguetes, ahora olvidados en un bául. Pese a los repetidos intentos de estos por llamar su atención, su sino parece ser el olvido, el desván, o lo que es peor, la basura. En la tesitura de elegir, Andy se inclina por llevar consigo a la universidad al vaquero Woody, mientras que el resto de los juguetes terminan en una bolsa camino del ático. Por error, su madre creerá que la bolsa debe acabar en la basura. Nuestros juguetes favoritos logran salvarse de puro milagro de las garras del camión de la basura y se refugian en el maletero del coche de la madre de Andy, decepcionados por la traición de su dueño, ignorando que todo se trata de un error. Toman la decisión de partir, y terminarán siendo donados en una guardería donde todo parece ser maravilloso.

Resulta inevitable comparar la trilogía de Toy Story con la saga rival de la compañía Dreamworks, protagonizada por el ogro Shrek. En apenas 9 años, la segunda ha acumulado nada menos que cuatro partes. Frecuencia que ha mermado la calidad de sus argumentos. Pixar, por el contrario, ha dejado un paréntesis de 11 años entre la segunda y la tercera iteración. Se puede argüir, que esta tardanza bien ha podido ser debida al conflicto surgido entre Disney y Pixar en 2004, que terminó de forma pacífica. Bien es cierto que Disney estuvo a punto de entregar el desarrollo de esta tercera entrega a un estudio de nueva creación, pero también lo es, que Pixar nunca se ha caracterizado por quemar sus obras con continuaciones innecesarias, creando año tras año nuevos filmes que beben directamente de la imaginación de sus responsables. Buscando a Nemo, Cars o Wall-E serían buenos ejemplos de ello.

El argumento de Toy Story 3 está perfectamente hilvanado, aplicando la lógica del tiempo y colocando a los personajes ante su situación más difícil, para a la postre, dar un final lógico y satisfactorio, a la par que emotivo, a la trilogía. Los dos años y medio empleados en elaborar el guión y los storyboards se perciben sobremanera.

A primera vista, Toy Story 3 puede parecer más infantil que las anteriores entregas. Sin embargo, en ella hay lugar para numerosas reflexiones sobre el propio sentido de la vida y el paso del tiempo, así como la presencia en el metraje de una dictadura militar de métodos represivos, envuelta en papel de regalo.

Toy Story 3 tiene una presentación, nudo y desenlace claramente delimitados. El grueso de la trama y del tiempo de metraje se desarrolla en el interior de la guardería. En lugar de estrechar el desarrollo del relato hasta oprimirlo del todo, Pixar logra precisamente lo contrario, aportar ingentes cantidades de ideas a fuerza de creatividad y de nuevos personajes maravillosos. En la cinta encontramos ecos de fugas y evasiones, mil veces retratadas en la gran pantalla, y también en las anteriores partes de la obra. El oso Lotso, el muñeco del bebé en pañales, el mono que golpea sus platillos, el payaso Risitas y Ken, el novio metrosexual de Barbie, forman ya parte de la antología de personajes históricos de la mejor Disney.

La presentación de la guardería es simplemente maravillosa, desde que son recibidos por los veteranos juguetes de forma cálida, pasando por el modo en que se desarrollan los acontecimientos, hasta que son encarcelados bajo un régimen dictatorial, con algunos toques nocturnos más propios del hampa de los tiempos de la ley seca. La incineradora nos hará creer que el final de nuestros queridos juguetes se halla entre las llamas, para a continuación entregarnos un final capaz de enternecer al más pintado

En el plano técnico poco se puede reprochar a Pixar, materializando planos con cientos de personajes moviéndose a un tiempo y un nivel de detalle soberbio. Quizás su visionado en 3-D no aporte más que un poco de profundidad, sin llegar a la inmersión de Avatar. En otras palabras, Toy Story 3 se disfruta en la misma medida en su versión en 2-D, ya que para Pixar la tecnología es un recurso que enriquece el conjunto, no la clave sobre la que gira la película.

Es muy difícil encontrar defectos a esta obra. Pese a los momentos hilarantes que nos brindan, determinadas intervenciones de Ken y de la versión latina de Buzz Lightyear entorpecen un tanto el fluir de la historia, en especial el segundo, en lo que parece un intento por alargar unos minutos la cinta, buscando la risa del respetable, pero abandonando a la par la narración por unos instantes. También es sorprendente la escasez de localizaciones en que se desarrrolla el filme, pero eso no es algo necesariamente negativo, mucho menos cuando los personajes se encuentran atrapados en una cárcel con piel de cordero.

Toy Story 3 merece ser vista, no sólo por la gran calidad de la cinta. Merece ser vista, porque nos invitará a reflexionar sobre nuestra propia infancia, sobre nuestros juguetes olvidados en algún lugar del trastero. Tal vez algún día, tras visionar Toy Story 3, desempolvaremos nuestros viejos juguetes y los admiraremos y agitaremos por unos instantes, al igual que hacíamos hace algunos años que nos parecen ya tan lejanos. Sólo por eso, merece la pena pagar la entrada para ver esta extraordinaria película.

 
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