Wall-E
Dirección: Andrew Stanton
Intérpretes (voces
versión original): Ben Burtt, Elissa Knight, Jeff Garlin, Fred Willard, John
Ratzenberger, Sigourney Weaver.
Intérpretes (voces
versión doblada castellano): Juan Logar Jr., Mar Bordallo, Juan Amador Pulido,
Carlos Ysbert, Beatriz Berciano, Luis Bajo, Laura Palacios, Iván Jara.
Nacionalidad: Estados
Unidos
Duración: 98 minutos.
por Asier Sisniega
Se ha estrenado recientemente en las salas de nuestro país el noveno
largometraje de Pixar, Wall-E, factoría que nos tiene acostumbrados a productos
de elevadísima calidad y que son la razón de ser de la actual Disney, bastante
menos atinada en sus otros proyectos cinematográficos, al menos artísticamente.
La fecha elegida para el estreno quizás no fue la más idónea, el 8 de Agosto,
coincidiendo con la magnífica inauguración de los Juegos Olímpicos de Pekín y
tan sólo una semana antes del estreno del taquillazo del año, El Caballero
Oscuro. Son diversas las voces que desean, no entiendo el motivo, que Pixar
pinche por primera vez, ofreciendo un producto de baja calidad, una escasa
recaudación, o ambas cosas a la vez. Desgraciadamente para ellos, la empresa de
Emeryville nos vuelve a ofrecer un rotundo éxito artístico.
La Tierra ha sido abandonada por los humanos hace más de siete
siglos, debido a que la polución y la basura acumulada han hecho inviable la
vida en el planeta azul. La flora ha desaparecido y tan sólo algunos insectos
resistentes como las cucarachas han soportado las duras condiciones. Un
batallón de limpieza, formado por los robots Wall-E, se encargó a partir de
entonces de las tareas de limpieza y descontaminación. Mientras tanto, los
humanos supervivientes han residido en la nave de recreo Axiom, que vaga por el
espacio en espera de señales de vida vegetal en la Tierra que les permita
regresar. Sin embargo, los siglos avanzan y la mayor parte de los Wall-E han
ido quedando inutilizados. Tan sólo uno, nuestro protagonista, sigue al pie del
cañón limpiando las ingentes cantidades de residuos, preso de la más absoluta
soledad. Con dedicación continúa su trabajo, llevando a su camión los bienes
que llaman su atención. De pronto, una enorme nave llega a la Tierra y deposita un robot
de último diseño, su nombre es EVA. Poco dada a aceptar la presencia extraña,
EVA no duda en utilizar sus brazos como potentes cañones para destruir aquello
que le parece peligroso. Wall-E, solitario sentimental y enamoradizo, cae
prendado de la belleza de EVA y no duda en seguirla hasta los confines del
espacio.
Obra maestra. La obra cumbre de Pixar. Un torrente de imaginación
desbordante. Una lección de cine magistral. Son sólo algunos de los titulares
que podrían acompañar a este artículo. Wall-E es una obra con mayúsculas,
atemporal, un triunfo del cine como medio de expresión artística y el mayor
logro hasta la fecha de los filmes de animación generados por ordenador. Su
director y guionista, Andrew Stanton, tuvo la idea para la historia de esta
película antes incluso del estreno de Toy Story en 1995. Terminada ésta, Pete
Docter, responsable de Monstruos S.A., trabajó durante dos meses sobre la idea
de Wall-E, pero les resultó demasiado arriesgada, por tratarse de una película
prácticamente muda en gran parte de su metraje. Era arriesgada entonces y lo es
también hoy en día.
El film reivindica el cine mudo de los albores del cine, bebe de lo mejor
de Charles Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd, en unos tiempos vergonzantes
en que una película en blanco y negro produce alergia a los programadores de
televisión. Pixar en Wall-E se atreve a mostrarnos una historia de soledad y de
amor con 40 minutos iniciales sin ningún diálogo, dado que los personajes están
lejos de los habituales animales o máquinas con rasgos físicos propios de humanos,
como una boca o una nariz. En Wall-E sólo se comparte con los humanos los dos
ojos y unos brazos indudablemente diferentes. Mediante esos ojos mecánicos y
las miles de combinaciones posibles en la mirada se logra una expresividad
maravillosa en los personajes, especialmente en el protagonista. Con tan sólo
un leve movimiento ocular o de su estructura, podemos entender sus anhelos, sus
preocupaciones y miedos.
La historia de amor entre Wall-E y Eva está maravillosamente cuidada y
medida. Lejos de arrumacos empalagosos, se incide a lo largo de toda la
película en la necesidad del contacto, tanto entre humanos como entre máquinas.
La historia apuesta por buscar la mirada del otro y la proximidad, evitando la
distancia que imprimen las nuevas tecnologías, que se nos venden como lo último
para estar vinculados, cuando realmente han propiciado el efecto inverso. Andrew
Stanton y Jim Reardon, director de nada menos que 35 episodios de Los Simpsons,
y a su vez guionista del film, aciertan de pleno al mostrar las motivaciones
románticas de Wall-E. Siempre que éste regresa a casa tras la jornada de
limpieza proyecta el musical Hello, Dolly!, dirigido en 1969 por Gene Kelly. El
hecho de visionar la película una y otra vez durante centurias, provoca que en
él nazcan cualidades propiamente humanas, como el amor, la ternura, la bondad,…
Resultan magníficos los momentos en que Wall-E emula a los actores del filme,
bailando en soledad dentro de su camión. El robot está programado para realizar
simples y repetitivas tareas de limpieza, pero logra desarrollar una capacidad
para discernir la belleza. Esto le lleva a recoger una planta del interior de
un frigorífico y acomodarla en el interior de una bota. Planta, que a la postre
será clave en el devenir de la cinta.
Los creadores de esta superproducción no sólo se arriesgaron al darnos una
obra donde a lo largo de cerca del 40% de la misma se recurre al lenguaje de
los signos y a los sonidos robóticos, sino también por brindar al desarrollo un
ritmo pausado, que subraya la soledad del lugar y que proporciona el tiempo suficiente
para la evolución de los personajes. Cualquiera que siga el cine actual de
Hollywood habrá podido comprobar cómo, en general, a los cinco minutos de
diálogo le siguen diez de acción, para dar paso de nuevo al diálogo, que se
convierte en una mera excusa para alcanzar la siguiente secuencia de
explosiones y tiros. Wall-E renuncia por completo a este esquema, los diálogos
no existen y la acción es parte integrante de la trama, no su espina dorsal.
Por si todo esto no fuera suficiente, Pixar se atreve a lanzar
numerosísimas cargas de profundidad contra la sociedad actual y en especial,
contra la forma de vida occidental. De forma corrosiva los humanos se nos
muestran como obesos que siempre se desplazan medio tumbados sobre un vehículo.
Su oronda figura les impide apenas moverse y hasta la más elemental de las
tareas ha sido automatizada. Así, toda la comida la reciben de un vaso a través
de una pajita, tanto la sólida como la líquida. Todo en la vida lo realizan a
través de la pantalla que tienen frente a sus ojos, impidiéndoles comprobar lo
que hay a su alrededor. No sólo las nuevas tecnologías les han hecho perder el
contacto entre humanos, sino incluso con su entorno circundante.
La publicidad, el consumismo, las grandes corporaciones y los gobiernos
también reciben lo suyo. Se nos muestra cómo desde la más tierna infancia en la
guardería a los niños se les instruye en los valores de la multinacional que
los alberga, algo más propio de un sistema fascista, pero que no es más que una
metáfora de la voluntad de las grandes empresas de crear consumidores desde la más
tierna infancia a través de la publicidad. También resulta francamente
sorprendente comprobar cómo a través de las grandes pantallas en las calles y
por medio de los monitores de cada persona se les alerta de la presencia
rebelde, seres viles que han venido a terminar con el status quo de una
sociedad adocenada, incapaz de defenderse por sí misma. Establecer el
paralelismo es inevitable con respecto a la sociedad post 11-S, donde se han
utilizado los medios para propagar el terror entre los ciudadanos, dispuestos
cada vez más a renunciar a parte de sus libertades en beneficio de la manida
seguridad.
Wall-E presenta un retrato de una sociedad futura aún más lamentable que la
actual, basado según sus creadores en la lógica de lo que el futuro puede
depararnos de seguir por el mismo camino. Pero lo que se lleva la palma es el
discurso ecologista, mostrando una Tierra que a duras penas ha sobrevivido a un
Apocalipsis de contaminación, donde montañas de basura se codean con los
mayores rascacielos de las ciudades. Con socarronería se denomina “Buy N’Large”
a la multinacional responsable no sólo de los centros comerciales de la Tierra y de la fabricación
de maquinaria, sino incluso de la nave Axiom que alberga a los humanos. El
nombre “Buy N’Large” subraya la tendencia de la sociedad occidental a comprar
más y cuanto más grande mejor. Tirón de orejas por parte de una concienciada
Pixar, que esperemos cale a través del film en las nuevas generaciones.
Pero, ¿cómo es posible que una empresa tradicionalmente conservadora como
Disney haya permitido esta obra? La respuesta no es clara. Pensar que Pixar ha
desarrollado el proyecto a espaldas de Disney es ingenuo, dado el enorme
presupuesto de 180 millones de dólares. Otra posibilidad es que el discurso
fuera vacuo, una forma de reafirmar los valores presentes, como sucedía en
American Beauty, donde se vilipendiaba el american way of life, pero que
realmente no buscaba más que fortalecerlo. Éste no es el caso de Wall-E. Habrá
que creer entonces en que la libertad de expresión ha funcionado y que los
deseos de Pixar han sido respetados, algo que en estos tiempos cuesta incluso
llegar a creer.
A lo largo de las décadas en que los filmes de animación de Disney han
triunfado, algunos adultos, con su inocencia largo tiempo atrás perdida, han
tratado de hallar mensajes subliminales de todo tipo, desde contenidos sexuales
hasta mensajes filonazis. En Wall-E sorprendentemente los mensajes están ahí,
delante del espectador, arrojando bofetadas en cada secuencia a quien
corresponda. ¿No ha despertado su estreno entonces una reacción belicosa por
parte de los sectores más neoliberales? ¿No la han tildado de izquierdista o
directamente de comunista? Efectivamente, numerosas voces desde los medios
estadounidenses han pedido que no se vaya a ver a los cines. La mala prensa tan
sólo ha generado publicidad gratuita, como suele ocurrir en estos casos,
logrando una excelente recaudación en taquilla.
Se tachaba la relación de Wall-E y de Eva como de homosexual, lo cual es
ridículo, ya que Eva es representada claramente como una mujer, tanto en su
nombre como en la voz metálica. El personaje de Wall-E se corresponde
indudablemente con el papel masculino, lo que sucede es que éste muestra sus
sentimientos de forma abierta, contrariamente a lo que el cine clásico enseñó a
pasadas generaciones. La supuesta homosexualidad no es más que una tapadera
para que los lacayos de los neoconservadores no se tengan que enfrentar a otras
afirmaciones mucho más explosivas.
Pero centrémonos de nuevo en la película en sí y en sus valores, que son
muchos y magníficos. A nivel técnico el filme, como es habitual en Pixar, es espléndido,
con una parte terrestre sucia, industrial y polvorienta, que contrasta con la
pureza, limpieza y asepsia de la nave Axiom. En cuanto al desarrollo
argumental, el que suscribe temía que tras llegar a la nave los personajes, el
contacto con los humanos tornara la cinta en un vehículo más convencional, pero
esto no es así. Las ideas fantásticas continúan desbordando la pantalla, en un
ejercicio sin fin, que no sólo demuestra la genialidad de los creadores de
Pixar para contar historias y transformarlas en unos y ceros plagados de
emoción, sino que pone de manifiesto una inagotable fuente de inspiración para
abordar proposiciones nuevas y muchas veces experimentales. ¿Dónde está el
límite de Pixar? Wall-E puede
considerarse un paradigma del cine experimental, aunque esto suene
grandilocuente. Son miles los momentos y detalles que así lo corroboran, en un
trabajo que se aproxima a la consabida perfección.
Toda la parte de la película que discurre en la nave fluye de manera
vertiginosa, con guiños incluso a clásicos como Star Wars, Blade Runner, Star
Trek y especialmente 2001, Una Odisea del Espacio, con un ordenador malvado
claramente inspirado en Hal 9000. Tampoco faltan referencias a otros títulos de
la propia Pixar. Especialmente hilarante es el momento en que suena el tema
“Así habló Zaratustra”, mientras el orondo comandante de la nave trata de
ponerse en pie. Igualmente deliciosa es la banda sonora, que combina temas
clásicos de la propia Hello, Dolly!, con otros de Louis Armstrong o Peter
Gabriel, sin olvidar la partitura de Thomas Newman.
Tratar de buscar defectos a la cinta es tan complicado como hallar vida en
el espacio exterior. Sólo cabe realizarse algunas cuestiones acerca del
argumento, como por ejemplo: ¿Fallecieron todos los humanos y sólo
sobrevivieron los que van a bordo de la nave Axiom? ¿De qué modo se reproducen
si apenas logran moverse? ¿Qué hay de los gobiernos internacionales? Parece que
los residentes en Axiom no conocen el bagaje cultural de sus antepasados y
apenas saben detalles sobre nuestro planeta, ¿cómo es esto posible? Ya ven que
ninguna de estas preguntas hace referencia a defectos del propio filme, puesto
que sería imposible en 98 minutos pormenorizar los 700 años transcurridos entre
el presente y el tiempo de la película.
Wall-E no es una película destinada al público infantil, por mucho que las
campañas de publicidad traten de vender lo contrario. Los niños se entretendrán
viéndola, pero echarán en falta los habituales mecanismos del cine comercial de
animación, como los personajes secundarios graciosillos y parlanchines que siempre
sufren mil desgracias. Estos sí aparecen en Wall-E, pero su presencia es muy
reducida y ni siquiera tienen líneas de diálogo, pues igualmente sólo emiten
sonidos robóticos. Nunca es tarde para educar sus paladares y mostrarles nuevas
formas de narración, que dada su edad no tardarán en aceptar igualmente como
buenas.
Wall-E es una obra maestra de la animación, la mejor película de Pixar, que
la catapulta al nivel de clásicos imperecederos como Blancanieves o Bambi. Es,
por tanto, una película de visionado obligatorio en cines y de compra
igualmente necesaria en los actuales formatos. Desde el minuto uno empezarán a
querer a Wall-E, que con su ternura y pundonor les hará desear ser su compañía
en medio de tanta soledad. No se la pierdan.
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