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Una Historia de Violencia



Director: David Cronenberg

Intérpretes: Viggo Mortensen, Maria Bello, Ed Harris, William Hurt, Ashton Holmes.

Nacionalidad: Estados Unidos 

Duración: 96 minutos

por Asier Sisniega 

David Cronenberg estrena su último trabajo tras la cámara en nuestras pantallas. Se trata de un filme basado en una novela gráfica, alejado de su género habitual, aunque no tanto como a priori cabría esperar. Sus personajes habitualmente experimentan transformaciones físicas en un cuerpo que les incomoda. En esta ocasión es la personalidad pasada la que incomoda y lleva a la transformación del protagonista en alguien totalmente diferente.

 

Tom Stall vive en un pequeño pueblo del estado de Indiana junto a su mujer y sus dos hijos. Tom regenta un restaurante en la calle principal de la población donde acude cada día a servir comidas y cafés a los clientes. Un buen día, cuando se disponen a cerrar el restaurante dos peligrosos asesinos entran y con tono desafiante exigen un café. Ante la negativa por parte de Tom estos elevan el tono de sus amenazas blandiendo sendas pistolas. Tom logra zafarse de ambos y matarlos con particular sangre fría. Desde ese momento se convierte en un héroe nacional, reclamado por cadenas locales y nacionales, así como portada de numerosos periódicos. Sin embargo, lo que a priori parecía una perfecta familia americana con sus pequeños problemas se enfrenta al descubrimiento del pasado del protagonista. Unos mafiosos de la zona de Philadelphia acudirán al pequeño pueblo a rendir cuentas con Tom tras ver su rostro por televisión.





Continuamente es abordada en el cine americano la sociedad de provincias, poblaciones cerradas y conservadoras, que miran con malos ojos a cualquier forastero de cara poco conocida. Se han analizado en multitud de ocasiones los secretos que sus ciudadanos tratan de ocultar, pero que tarde o temprano salen a la luz dada la escasa población y la predisposición para los rumores y las habladurías. En estos pueblos, en general, se tiende a conocer todos los detalles del vecino y estigmatizar aquellos que no casen con sus propios valores. Esta película da por sentadas estas particularidades, nos las presenta como axiomas a partir de los cuales hilvanar la historia. En ella echa por tierra parte del sueño americano y subraya la propia naturaleza violenta del ser humano. Según el propio Cronenberg los animales son violentos y matan para alimentarse o incluso algunos de ellos por placer. Para él, los seres humanos somos una especie animal más en ese sentido. Por eso, nos presenta a un provinciano de cuyo pasado no sabemos nada, ni siquiera su familia lo sabe, pero sí se nos muestra un matrimonio que funciona y unos hijos que cuentan con una buena educación afrontando los habituales problemas de la adolescencia y de la niñez.

 

Una historia de violencia recuerda a películas como Red Rock West o Fargo, salvando las diferencias obvias en el argumento. En todas ellas el ritmo de la película es pausado, queriendo extrapolar a la pantalla grande una forma de vida en la que el reloj y los teléfonos móviles no juegan un papel tan fundamental. Las secuencias son largas e intensas, con gran carga argumental en cada uno de ellas. Esto no impide que la historia sea simple y he aquí uno de sus primeros defectos, lo predecible de la misma. Este film recuerda a otros muchos en su desarrollo, por lo que deja poco espacio para la sorpresa más allá de las escenas de violencia rodadas de forma más que explícita. El trabajo de sus protagonistas es correcto, donde destacan Maria Bello, pudiendo percibir su transformación física  a medida que se desarrollan los acontecimientos y el buen trabajo del hijo mayor interpretado por Ashton Holmes, que logra plasmar en pantalla las inseguridades propias de un adolescente que cree conocer a su padre.





El guión presenta lagunas, sin duda deliberadas, para que la historia pueda discurrir por los derroteros que interesan a sus creadores. Tom asesina a un número importante de personas y en ningún momento se plantean repercusiones legales, simplemente la película se salta ese aspecto como en los tiempos del lejano oeste. Bien es cierto que el Sheriff tiene sus dudas, pero no tenemos constancia ni siquiera de una investigación policial. Por otro lado, no queda debidamente justificado cómo Tom ha sido capaz de romper con su pasado y crear una nueva persona. La niñez con unos padres adoptivos inexistentes y un apellido inventado resultan a todas luces dos excusas insuficientes.

 

La película cuenta en su haber con el acierto de mostrar el contraste entre la relación amorosa de su personaje rural y su mujer, con la pasión animal que les une cuando se transforma en su antiguo yo.  No se puede decir lo mismo de una escena final en Philadelphia poco acertada, donde se realiza una mezcla de géneros confusa y excesiva. El personaje interpretado por William Hurt apenas aparece unos minutos, pero resulta sobreactuado y poco o nada creíble. En esa misma escena Tom asesinará a cinco personas de una forma absurda y digna del peor cine de acción. Todo ello se resuelve desde el exceso, creándose un inevitable paralelismo con la versión de Scarface de Brian de Palma donde Al Pacino arremete en su mansión contra todos sus enemigos en un ejemplo de la línea que no hay que sobrepasar en la creación cinematográfica.

 

Una historia de violencia es una película pausada, correcta salvo en su tramo final, que entretiene al respetable y que da lo que su título promete, violencia. Pero no violencia constante como un film de Schwarzenegger o de John Woo, sino esporádica y tremendamente explícita. Puede que este aspecto tan directo ayude en su resultado comercial, pero es una voluntad que su propio título subraya y que no está para nada alejada del tono habitual de su director. Dicen que ésta es su película más comercial, probablemente así lo sea, pero lo más importante del conjunto es la idea de la presencia de la violencia en cualquier persona, independientemente de la edad y de la religión que se profese, así como la imposibilidad de romper totalmente con el pasado. Los pasos dados en nuestra vida en el pasado siempre llamarán a nuestra puerta tarde o temprano en el futuro. No lamentarán su visionado.

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