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El Reino de los Cielos




Director: Ridley Scott

Intérpretes: Orlando Bloom, Liam Neeson, Jeremy Irons, Eva Green, Edward Norton, David Thewlis.

Nacionalidad: Estados Unidos, España, Reino Unido

Duración: 145 minutos

por Asier Sisniega 

A sus 67 años el director británico Ridley Scott es probablemente uno de los directores más irregulares del panorama de los últimos años. A obras maestras indiscutibles como Alien o Blade Runner han seguido bodrios como La Teniente O’neil o panfletos como Black Hawk Derribado. Pese a todo, puntualmente ha ido logrando éxitos que han relanzado su carrera, por ejemplo el gran éxito cosechado por Thlema y Louise o más recientemente con la escarizada Gladiator. En el Reino de los Cielos se traslada 900 años atrás en el tiempo, tomando diversas provincias españolas para su rodaje y gran parte del proyecto desarrollado en Marruecos, país donde encadena prácticamente sus rodajes.

 

La historia arranca con el cruzado Godofredo regresando a sus tierras desde Jerusalén en busca de su hijo Balian. Éste ha perdido recientemente a su primogénito, lo que llevó a su mujer al suicidio, algo que según la cristiandad en aquel tiempo conllevaba el sufrimiento eterno en el infierno. Maldito por el todopoderoso en su tierra, Godofredo insta a su hijo a acompañarle a Jerusalén donde podrá redimir los pecados cometidos por él y su familia. Sin embargo, el asesinato de un sacerdote obligará a Balian a realizar el camino en solitario hacia Jerusalén.




La película no ha estado exenta de la polémica, se han escrito ríos de tinta sobre el supuesto ataque de musulmanes contra iglesias católicas durante su metraje, algo que no aparece en el montaje final, y sí más claramente una alianza de culturas entre cristianos y musulmanes a lo ZP, muchas licencias narrativas que resultan políticamente correctas. Ridley Scott es un director eminentemente visual, de una factura técnica impecable como demuestra en todas y cada una de sus películas, algo que se debe seguramente a sus orígenes en el mundo de la publicidad donde dirigió varios miles de anuncios junto a su hermano Tony Scott. Ambos son directores muy comerciales, pero lo que les diferencia es que Tony se ha especializado en el cine de acción más elemental y vergonzante y su hermano ha logrado ir mucho más allá.

 

El Reino de los cielos es una película sin garra de principio a fin, ni por un solo momento se siente emoción o empatía hacia los personajes, pues resultan del todo lineales. Ver el Reino de los cielos es como caminar por el desierto sin rumbo, nada sirve como hilo conductor de una historia que no sabemos cuál es su objetivo, unos personajes movidos por causas desconocidas, que hacen que los más de 140 minutos de duración no sean lo suficientemente entretenidos, ni enganchen al espectador. No estamos ante un film como el Rey Arturo donde las batallas dan paso al descanso antes de una nueva batalla, aquí en ocasiones se pasan las batallas con una elipsis, algo bastante de agradecer acostumbrados a tanto plano corto con cámara inquieta y confusa. La batalla final en el asedio a Jerusalén es una suerte de mezcla entre El Abismo de Helm y Minas Tirith  de la Trilogía del Señor de los Anillos.





De nuevo hay que subrayar el uso indiscriminado y excesivo de los efectos visuales. En el cine épico del último lustro se intenta epatar al espectador con ejércitos sin fin, miles de barcos navegando al unísono o ciudades colosales sin parangón en el mundo actual. Visualmente son impactantes, aunque en muchos casos den demasiado el cante al ojo, el problema viene cuando todo lo presentado parece irreal, muy lejos de aquellas majestuosas batallas en Espartaco, Quo Vadis y demás filmes épicos de los 50. Es decir, se echa de menos el realismo. Sin ir demasiado lejos en filmes como Braveheart los extras eran reales y no generados por ordenador, y el público se sintió más implicado que en ningún otro film del género estrenado en la última década. Sin duda, las técnicas digitales ahorran muchos costes de producción, pero se ha perdido calidad en el conjunto y tendrá que pasar mucho tiempo hasta que las técnicas se desarrollen lo suficiente o los productores y directores sepan poner límite a los excesos. Baste un ejemplo, después de una de las batallas perdida por los cristianos, miles de aves carroñeras se lanzan sobre las víctimas de la contienda. Hasta un niño de cuatro años se da cuenta de que esa escena está sobrecargada, al igual que los millones de fechas que sobrevuelan la contienda.

 

Por último, Orlando Bloom es una elección muy poco acertada como protagonista. El joven hace lo que puede, cambiando su impertérrito rostro por una mirada seria y una boca cerrada donde no entren moscas, pero no tiene ninguna profundidad. No es que se eche de menos un actor como Russell Crowe más fornido, sino que el guión simple hasta el exceso no permite imaginar una personalidad detrás del protagonista, por lo que la culpa no puede ser achacable al 100% a Orlando. Sin duda, su inclusión se debe a los dictados de la MTV y de las revistas para adolescentes. En cuanto a la protagonista femenina, Eva Green, se limita a lucir vestidos, aunque deja entrever una prometedora actriz que es más que un rostro hermoso, algo que no se puede decir de Diane Kruger en Troya.

 

Por tanto, una película de muy buena factura técnica, con un guión simplista de frases lapidarias, donde no se insulta la inteligencia del espectador.


Valoración: