Productores
Ejecutivos: Ronald D. Moore y David Eick
Intérpretes:
Edward James Olmos, Mary McDonnell, Jamie
Bamber, James Callis, Tricia Helfer, Grace Park, Katee Sackhoff,
Michael Hogan,
Aaron Douglas, Tahmoh Penikett, Alessandro Juliani, Kandyse McClure,
Michael
Trucco, Rekha Sharma, Richard Hatch, Lucy Lawless, Dean Stockwell.
Número
de capítulos: 75 + 2 películas: Razor y The Plan.
Nacionalidad:
Estados Unidos y Reino Unido.
En
el otoño de 2010 adquirí en
Blu-Ray la serie de ciencia ficción Firefly,
nunca emitida en España, guiado por los excelentes
comentarios que ésta había
cosechado en los foros que visito con mayor asiduidad. En esta misma
página web
dejé constancia, poco después, de la
extraordinaria calidad de Firefly.
Una serie, con un prometedor
futuro, que se vio truncada por la negligencia del canal que la
produjo.
Battlestar
Galactica había
recibido elogios entusiastas, en esos mismos foros, de aquellos
televidentes
que la habían visionado al completo. Decidí
seguir su consejo y pagar la nada
desdeñable cifra de 113,98 euros por la serie completa en
Blu-Ray, en su edición
estadounidense. No sólo se trataba de la mayor cantidad que
nunca había pagado
por una serie, sino que además no había visto ni
un solo capítulo de la misma,
ni había sido emitida en España por las cadenas
generalistas, por lo que era
una gran desconocida para mí. Si hacerme con Firefly
fue un tremendo acierto, no lo ha sido menos comprar Battlestar
Galactica. Una serie mayúscula, épica, que ha
renovado un género y ha abordado
con maestría otros muchos. Una obra excelsa, que nadie
debería rechazar por su
premisa argumental de ciencia ficción. Battlestar Galactica
es, ante todo, un
drama, donde priman los sentimientos y los personajes sobre todo lo
demás.
Poco
después de comenzar el
visionado de la primera temporada, un conocido me
señaló que esta serie era, en
su opinión, demasiado friki. Ahora, un par de meses
después, puedo afirmar que
su punto de vista no sólo era equivocado, sino que hablaba
simplemente de algo
que desconocía, llevado al error por el título de
la obra y las convenciones
habituales del género. En Battlestar Galactica no existen
los extraterrestres.
El enemigo lo encarnan robots creados por los propios humanos que se
rebelan
contra quienes engendraron sus sofisticadas maquinarias. Ni
más ni menos. Las
situaciones que se producen a continuación son perfectamente
reconocibles, tan
humanas como si tuvieran lugar en cualquier país de nuestro
planeta en estos
instantes. Los creadores se apoyan en la ubicación espacial
para enfrentarnos a
problemas con los que lidiamos a diario, como la política,
la religión o la
propia supervivencia.
Todo
comienza con el ataque
nuclear repentino de los cylons (robots) sobre las 12 colonias
habitadas por los
humanos, masacrando a miles de millones de personas. Tan
sólo unos 50.000
lograrán sobrevivir, gracias a que se encontraban a bordo de
naves espaciales
en el momento de la ofensiva cylon. Laura Roslin, Secretaria de
Educación, es
nombrada Presidenta de las Colonias tras conocerse la muerte del
anterior jefe
del ejecutivo y de toda la plana mayor del Gobierno que se encontraba
por
delante de ella en el orden sucesorio. Los cylons intentarán
aniquilar a todos
los seres humanos que aún restan con vida, y para lograrlo
perseguirán a la
pequeña flota de naves supervivientes, encabezada por la Estrella
de Combate
Galáctica. Esta veterana nave combatió en la
anterior batalla contra los
cylons, cuatro décadas atrás, y su destino
inminente poco antes de la agresión
era convertirse en museo. El devastador y súbito embate
enemigo la transforma
en pieza fundamental en la defensa de la raza humana. Al mando de esta
envejecida, pero venerable, nave se encuentra William Adama, Comandante
de la
Galáctica que ha servido
en el ejército con rigor e integridad durante varias
décadas. La serie mostrará,
a lo largo de su amplio recorrido narrativo, cómo es la vida
en el interior de
esta Estrella de Combate, desde los quehaceres de los
mecánicos hasta la
actividad febril de los oficiales del puente de mando.
Ronald
D. Moore, principal
responsable del desarrollo de Battlestar Galactica, tomó el
título de la serie
homónima de finales de la década de los 70,
respetando algunos puntos comunes
argumentales y desviándose completamente en la
mayoría. Añadió personajes
nuevos, modificó otros diametralmente, se adentró
en tramas inexploradas y creó
situaciones mucho más elaboradas, profundizando hasta puntos
insospechados.
Moore
escribió inicialmente un
manifiesto en el que enumeraba aquello que quería lograr.
Este documento,
destinado únicamente a convencer a los ejecutivos de la
cadena, terminaría en
manos de muchas otras personas, lo cual redundó en que
actores de la talla de
Edward James Olmos (Blade Runner,
Corrupción en Miami, Lecciones Inolvidables)
decidieran incorporarse al
proyecto. Moore deseaba eliminar de raíz los
tópicos propios de las space
operas, olvidarse de seres de otros mundos, de los rayos
láser y del lenguaje
incomprensible propio de otras obras espaciales. Su nuevo proyecto
tenía que
ser crudo, reflejar la vida en la nave como lo hizo Wolfgang Petersen
en El Submarino, con la mayor
veracidad
posible, tomando incluso ideas del neorrealismo italiano y encuadrando
los
planos con la misma brusquedad que lo haría un periodista
apostado junto a las
tropas estadounidenses en cualquier guerra actual. Así, la
cámara tiembla y el
zoom se lanza en tropel contra el foco de atención. No se
nos muestran planos
generales de cada estancia para ubicar al espectador, sino que
éste se sitúa
directamente en la acción sin ayuda, al igual que la vida se
nos presenta de
forma imprevista, sin asideros a los que agarrarnos.
Battlestar
Galactica ha creado,
desde la miniserie inicial de 3 horas, un universo propio, muy rico, y
de un
magnífico gusto estético, gracias en buena medida
a Michael Rymer, director de
esas primeras horas de emisión, que marcarían el
devenir posterior de la obra,
y cuyo estilo ha sido imitado hasta la saciedad en estos
últimos 9 años. Sin
duda, se han cumplido y sobrepasado los objetivos iniciales de Ronald
D. Moore,
logrando una serie compleja, madura, filosófica, ambigua, a
la par que
divertida, que triunfa en casi todos los aspectos.
A
nivel narrativo no existen
capítulos de relleno, ni episodios secundarios que se
adentran en terrenos sin
interés para la trama principal. En Battlestar Galactica
sucede justo todo lo
contrario, cada episodio avanza sin descanso, sin demorarse en la
resolución de
numerosas claves de la historia. Así, por ejemplo, estamos
acostumbrados en
otras obras de ficción a que los protagonistas se preparen
para un combate
durante varios capítulos, alargando innecesariamente lo
inevitable y estirando
como un chicle una trama. Sin embargo, en Battlestar Galactica esa
confrontación se producirá en seguida,
posiblemente en 5 o 10 minutos, y la
situación quedará resuelta en el mismo episodio.
Esto demuestra que sus
creadores no han querido prolongar más de lo necesario la
duración de la serie,
para evitar que ésta se convirtiera en un elefante herido
que se arrastra antes
de caer muerto, como ha ocurrido con tantas otras series. Incluso
supieron
marcar con acierto el final de la serie en la cuarta temporada. Una
sabia
decisión, sin lugar a dudas, que les permitió
desarrollar cada personaje como éste
merecía y cerrar aquellas cuestiones que quedaban en el
aire.
La
serie logra que algunos de sus
episodios se encumbren al Olimpo de la ficción televisiva,
con algunos
cliffhangers brillantes, como la
“activación” de Boomer al final de la
primera
temporada o el salto temporal que se produce en las
postrimerías de la segunda.
No menos brillante es el uso de la música que se realiza en
los últimos
momentos de la tercera, en un crescendo que encaja a la
perfección con el
propio final de la serie.
Battlestar
Galactica aborda los
más diversos temas, jugando la política y la
religión un papel fundamental.
Mientras que los humanos son politeístas, los cylons
sólo creen en un único
Dios. La presencia divina se intuye en muchos capítulos y
los ángeles hacen
acto de presencia con forma humana, mas nunca de forma
explícita. Incluso las
últimas frases de la serie giran alrededor de este tema.
Algunas de las 12
colonias se caracterizan por su marcada ortodoxia religiosa, lo cual
complica
aún más la dura vida en el espacio. En el plano
político, la presidenta Roslin
tendrá que lidiar con candidatos populistas y demagogos,
colaboracionistas de
oscuro pasado y terroristas reconvertidos en políticos. Se
tratarán temas como
la pena de muerte, el empleo de la tortura, la restricción
de los derechos
individuales en aras del bien común e incluso la inmoralidad
de los regímenes
dictatoriales, como, por ejemplo, cuando el Coronel Tigh se hace con el
liderazgo de la nave. Casi nada escapa a esta serie. La lucha de clases
se pone
de manifiesto cuando los obreros de una de las naves se rebelan y
comienzan una
huelga, que a punto está de terminar en un baño
de sangre. El racismo también
hace acto de presencia en un capítulo en que un doctor
elimina a los miembros
de otra colonia mediante inyecciones letales, por el mero hecho de
considerar a
ese pueblo como inferior.
De
la misma manera, resulta
imposible no establecer un paralelismo con la guerra de Irak y sus
consecuencias, ya que la serie se emitió al mismo tiempo. En
ésta, algunos cylons
se convierten en suicidas que no dudan en explotarse en los lugares
más
concurridos. En la tercera temporada se producirá la
situación inversa. Los
cylons han ocupado New Caprica y someten por la fuerza a los humanos,
al igual
que los estadounidenses y demás países
colaboradores subyugaron al pueblo
iraquí. Algunos humanos, ante esa situación, se
convierten en kamikazes. Los
interrogatorios y las prácticas de tortura se hallan
igualmente presentes en
gran cantidad de episodios, incluso las violaciones y humillaciones.
Ante estas
circunstancias se abren muchas interrogantes que deberá
responder el
espectador. La búsqueda de la identidad, el derecho a la
igualdad de trato y el
respeto al prójimo serán también temas
comunes.
Battlestar
Galactica en ningún
momento prioriza los efectos especiales y la acción sobre
los personajes. La
acción abunda y está magníficamente
rodada y fotografiada, pero en ningún caso
es el principal activo de la serie. Los guiones se sumergen con gran
brillantez
en las contradicciones humanas y en las cuestiones morales que pululan
por la
cabeza de los protagonistas. Todo esto se logra poner en pantalla, de
forma
magistral, gracias al grandísimo trabajo de un reparto coral
en estado de
gracia. Recomiendo desde aquí visionar la serie en
versión original, ya que la
labor general del plantel es inconmensurable, con una enorme riqueza de
matices.
William
Adama (Edward James
Olmos) encarna a un comandante de manual, recto y justo, que parece no
tener
aristas. Sin embargo, éste se equivoca en numerosas
ocasiones, admite sus
errores, y trata de resolver el problema originado, como cuando acude
en
rescate de los habitantes de New Caprica. Adama tampoco duda en
favorecer a su
hijo por delante de otros candidatos. El hombre de hierro
también se derrumba
cuando su más fiel amigo confiesa la verdad oculta, y cuando
pierde a su gran
amor. La composición de Edward James Olmos en Battlestar
Galactica forma ya
parte de la historia de la televisión y del cine. Su voz
profunda impregna la
mente del espectador, dotando al personaje de la categoría
que merece,
insuflándole vida hasta el punto de que William Adama parece
ya una persona
real de carne y hueso. No en vano, el propio actor cuenta con un
abundante
bagaje fílmico previo, plagado de premios y menciones. Entre
ellos, destacan 2
Globos de Oro y 1 nominación al Oscar como mejor
intérprete principal.
Laura
Roslin (Mary McDonnell) es
una mujer que se enfrenta en un mismo día a dos de los
mayores retos de su
vida: la noticia de que padece cáncer de mama y la
asunción de la Presidencia de las
Colonias
tras el ataque cylon. Roslin se muestra inicialmente titubeante (basta
con
observar cómo tiembla cuando toma posesión del
cargo), pero rápidamente se
sobrepone y se acostumbra al poder. Como casi todos los personajes de
la serie,
Roslin se muestra ambigua y no duda en romper con la moralidad que
teóricamente
abandera. Roslin llega a ejecutar a sus enemigos, manipula unas
elecciones para
proteger al resto de supervivientes, e incluso se droga, y no
sólo por terapia.
Todos estos fallos la convierten en humana, y provocan que el
espectador se
identifique con ella. La actriz construye un magnífico
personaje, donde la voz
juega un papel, de nuevo, fundamental, mostrándose
frágil y candorosa en
ciertos momentos, y tremendamente firme y dura en otras situaciones.
Las
escenas de romanticismo crepuscular junto a Adama son, asimismo, de una
gran
belleza.
Gaius
Baltar (James Callis) es un
superviviente nato, un auténtico camaleón con
más vidas que un gato. Siempre se
encuentra en el centro de cualquier situación importante.
Así, fue el
responsable de permitir el acceso a los cylons a los archivos de
defensa, de
forma teóricamente involuntaria. Eso no fue óbice
para que alcanzase la Presidencia de las
Colonias, ocultando su condición de desencadenante del
holocausto. Su obligada
comunión con los cylons durante la ocupación de
New Caprica le convertirá en el
mayor enemigo de los seres humanos. Con todo, conseguirá
resurgir una y otra
vez, ser declarado inocente en juicio y convertirse en todo un
líder religioso.
Su capacidad para adaptarse sólo es equiparable a su
capacidad para seducir a
las mujeres. Egoísta y vanidoso, sus innumerables encuentros
sexuales servirían
para repoblar de nuevo las 12 colonias. Todo ello hace de Gaius Baltar
un
personaje tremendamente atractivo y adictivo. Su fachada de brillante
científico esconde un ser hedonista y manipulador, que
termina por convertirse
en un héroe, pese a sus innumerables actos de
cobardía previos. James Callis da
vida a un personaje de una gran complejidad de forma
magnífica. De todo el
reparto de la serie es quizás el actor que más
envejece, como si los avatares
del personaje hubieran tenido reflejo en el propio
intérprete.
Kara
Thrace, apodada Starbuck,
(interpretada por Katee Sackhoff) es una de las grandes sorpresas de la
serie.
Tras su tremenda interpretación, cabría pensar
que no le habrá faltado trabajo
en Hollywood como nueva heroína de acción.
Sorprendentemente, no se ha
prodigado demasiado en la gran pantalla, destacando principalmente su
papel
posterior en TV en la octava temporada de la serie 24.
Los responsables de Battlestar Galactica dejan claro desde la
presentación de Starbuck que ésta no es una
protagonista al uso, que es más
hombre que los propios hombres y que no conoce ni la mesura ni el
miedo, aunque
en cierta medida eso sólo sea una fachada. Kara se enfrenta
a su duro pasado
fumando puros, bebiendo a todas horas y peleándose incluso
con sus superiores.
Es la mejor piloto, hiperactiva e impulsiva. Una bomba que rebosa
energía
inagotable en cada plano. Una delicia de personaje y de actriz, no
sólo por su
belleza, sino también por su capacidad para crear un
personaje femenino tan
atípico y real. Esperemos que el futuro le depare a Katee
Sackhoff las más altas
cotas.
El
coronel Tigh (Michael Hogan)
es el mejor amigo de William Adama y su mano derecha. Pese a ser
alcohólico y
cornudo, actúa como un verdadero profesional cuando la
situación lo requiere en
el puente de mando. Una de las grandes sorpresas de la serie
está relacionada
con este personaje. El giro argumental que se produce en torno a
él supone una
tremenda decepción para su amigo Will Adama. A destacar el
magnífico trabajo de
Michael Hogan, como veterano cascarrabias. Su voz, por sí
sola, crea tres
cuartas partes del personaje, de ahí que sea tan importante
ver la serie en
versión original.
Antes
mencionaba que la acción
también cuenta con un peso importante, que no principal, en
los capítulos. Para
poder reflejar esas escenas de acción se hace uso de unos
fantásticos efectos
especiales, plagados de detalles y de una escala enorme. Resulta
sobrecogedor comprobar
cómo una serie de TV puede crear un universo tan rico con un
presupuesto
bastante ajustado para efectos especiales. El resultado supera a la
gran
mayoría del cine comercial, debido a que se combina una
estética muy lograda
con la consecución de un gran realismo en pantalla. Hay
secuencias, en que se
entrecruzan decenas de naves, que quitan el hipo, consiguiendo que
lleguemos a creer
que lo que estamos viendo existe realmente.
La
banda sonora del jovencísimo
compositor Bear McCreary es estupenda, con numerosos elementos
novedosos. En el
inicio de la serie se decanta por rechazar el componente
melódico y decide destacar
las percusiones. A medida que la serie avanza se repiten texturas y se
crean
melodías para algunos personajes y situaciones. Su trabajo
en los últimos 25
capítulos es sencillamente extraordinario, como se puede
comprobar en los
documentales que acompañan a las diferentes ediciones de la
serie. McCreary, de
antepasados armenios, no duda en emplear instrumentos
exóticos de decenas de
países, conformando una banda sonora que no se puede
comparar con ninguna otra
space opera, con decenas de capas superpuestas que aportan una gran
riqueza al
resultado. Sorprendentemente, tras finalizar los 6 años de
trabajo en la serie y
elaborar la banda sonora de los 75 capítulos y de las 2
películas, el
compositor apenas contaba con 30 años. Por este motivo y por
su indudable
talento, le auguro un prometedor futuro.
Como
es lógico, no todo es
perfecto en la serie. En la tercera temporada se toma la
decisión de mostrar el
interior de las bases de combate cylon. Estas secuencias no tienen
tanto
interés como las que se producen dentro de la
Galáctica. Quizás,
el diseño visual de las bases cylon, más
aséptico y moderno, reste
paradójicamente atractivo a las escenas que allí
tienen lugar. John Cavil,
autoproclamado líder de los cylons, es un personaje
demasiado cargante. Se
abusa, tal vez, de un lenguaje demasiado elaborado.
Por
otro lado, quizás se podría
haber arriesgado un poco más, como se hizo al final de la
segunda temporada, en
cuanto a la estructura narrativa de los episodios. La
mayoría son lineales en
su desarrollo. Se echa de menos, por tanto, cierta
innovación en ese sentido.
Muchos espectadores y críticos han clamado en contra del
final. Yo no soy una
persona que dé especial importancia a este aspecto, me
interesa mucho más que
el conjunto sea de calidad. Aún así, si se
analiza fríamente el desenlace, es
bastante improbable que los seres humanos tomaran la
decisión de deshacerse de
su tecnología y esparcirse por el planeta Tierra para una
mayor probabilidad de
supervivencia. Con todo, la segunda parte del episodio final es
espectacular,
épica y emocionante. Un buen ejemplo de cómo
construir progresivamente una serie
hasta el vibrante colofón.
Un
elemento extraño, pero no por
ello un aspecto negativo, es el atípico vínculo
que Gaius Baltar establece con
su Número 6 interior. Esta relación resulta
difícil de asumir en un inicio. A
su vez, también es complicado seguir las
crípticas conversaciones que mantienen
entre ambos, por su complejidad y poca claridad de cara al espectador,
que en
ningún momento recibe información
explícita sobre este personaje femenino,
únicamente pistas.
En
cuanto a las 2 películas
realizadas (Razor y The Plan), éstas son bastante
prescindibles. Ambas tratan
de mostrar los acontecimientos desde otro punto de vista. Razor se
centra en la
vida dentro de la Estrella
de Combate Pegasus durante el ataque cylon. The Plan, dirigida por el
propio
Edward James Olmos tras finalizar la serie, intenta explicar claramente
cuál
era el verdadero plan de los cylons. La información que se
aporta en ambos
casos no es vital, ya que la mayoría de espectadores
habrán deducido que los
acontecimientos fueron más o menos así. Por lo
tanto, ambos filmes deben ser contemplados
como un complemento que amplía un poco más la
información y, sobre todo, como
unas horas más de entretenimiento dentro del universo de la
serie.
Al
igual que ocurría con Firefly,
me cuesta entender por qué las
cadenas generalistas no han ofrecido la serie en España. En
Estados Unidos se
ha emitido en el canal Sci-Fi, que cuenta con una audiencia bastante
restringida, logrando, como máximo, apenas 3 millones de
espectadores, en un
país que sextuplica la población
española. La explicación se halla,
seguramente, en que muchos de los televidentes preferían ver
la serie a
posteriori, mediante descarga online o adquiriendo las temporadas una
vez
finalizadas. Por otra parte, la serie aborda temas candentes de una
forma pocas
veces antes vista. Por ello, puede que no interese que alcance un
público
masivo, lo cual es un sinsentido en sí mismo, ya que el objetivo de todo canal de
televisión es
llegar a tantos espectadores como sea posible. Es una
situación muy similar a la
que ocurría con Los Tudor.
En ambas
series el plantel de actores y extras era muy amplio, con un vestuario
y puesta
en escena de primer nivel. Sin embargo, las cifras de televidentes en
Norteamérica eran raquíticas. Es de suponer, que
lo que hace viable estos
proyectos es la posibilidad de ser vendidos a decenas de territorios,
porque
difícilmente pueden ser amortizables únicamente
con el mercado interior.
No
se pierdan esta serie. No la
descarten por su temática de ciencia ficción.
Battlestar Galactica es, ante
todo, un drama de extraordinaria calidad, donde priman los
protagonistas
complejos y tan humanos como el propio espectador. Por si esto fuera
poco, se
tocan una infinidad de temas a cada cual más interesante,
que reflejan que la
condición humana es la misma no importa el país
ni el planeta en el que ser
humano se ubique. Battlestar Galactica es otra buena muestra de que el
mejor
cine de las últimas décadas se ha hecho en
televisión. Por mi parte, ahora ya
sé que los 113,98 euros fueron muy bien invertidos, pues la
serie se ha
convertido, automáticamente, en una de mis favoritas.