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White Noise



Director: Geoffrey Sax

Intérpretes: Michael Keaton, Chandra West, Deborah Kara Unger, Ian McNeice, Sarah Strange.

Nacionalidad: Canadá, Reino Unido, Estados Unidos.

Duración: 101 minutos.

por Asier Sisniega 

Un Michael Keaton en horas bajas es el protagonista absoluto de esta cinta, amén de los espíritus que la pueblan. Se habló mucho hace varios años de que su elevado caché le había impedido trabajar en más de un proyecto, como por ejemplo continuar encarnando a Bruce Wayne en la saga de Batman. Después de unos años de papeles de segunda fila trata de enderezar el rumbo, ¿lo habrá conseguido con esta película?

 
Anna Rivers es una conocida escritora, felizmente casada con Jonathan Rivers, prestigioso arquitecto divorciado. La vida parece sonreírles cuando ella le anuncia su embarazo. En un trágico y nada esclarecedor accidente su mujer desaparece. Su perfecta vida se va al traste, hasta que un hombre le abre los ojos, informándole de que cualquier grabación magnética permite escuchar mensajes provenientes del más allá. Una serie de contactos le llevará a convertirse en una especie de salvador, aunque no todas las almas en pena tienen fines nobles.




Cualquiera de nosotros se ha preguntado alguna vez si registrando el silencio se podrían escuchar voces e incluso mensajes evidentes, provenientes del ultra mundo. Esto puede sonar paranoico, pero es algo así como una leyenda urbana, algo que no se debe hacer si uno no se quiere quemar. De esta premisa parte el film, que indaga mucho más allá en las imágenes que otros del género, más que nada por la inusitada cantidad de rayas que podemos ver a lo largo de esta película en la pantalla de un televisor. El arranque de la cinta deja muy a las claras que no estamos ante una nueva Seven, personajes estereotipados, planos, plagado de tópicos, donde todos parecen inmensamente felices y perfectos, siendo la fiel encarnación del sueño americano. Como no podía ser de otra manera las cosas se tuercen. Pese a ello, los protagonistas no se desarrollan para nada, en especial el de Jonathan Rivers encarnado por Michael Keaton, que aunque cumple en su papel no pasa del aprobado ramplón (tampoco la película permite grandes demostraciones). La historia es atractiva, aunque conforme avanza el metraje comienza a dar la sensación de enquistamiento y de pesadez en el desarrollo, pese a no ser una película de gran metraje, donde buena parte de culpa la tiene un guión pobre.

 

Al frente de todo esto se encuentra Geoffrey Sax, especialista durante 25 años en el medio televisivo, hasta el punto de que éste representa su primer trabajo para el cine. Sax no nos engaña con lo que nos trata de vender, su sustento son el efectismo y cargar las tintas sobre los equipos de sonido de la sala, buscando, como ya es demasiado habitual, el susto del respetable con grandes estruendos, que asustan más por el nivel de decibelios que por lo que ante nosotros se presenta. La factura es correcta, propia de Hollywood, pero un final de muy baja estofa no ayuda para nada al conjunto. La escena final del “enfrentamiento” con las tres almas malignas es tremendamente confusa. Bien es cierto que el ambiente en esos momentos es opresivo, húmedo y se sigue con tensión, pero una resolución endeble de una trama nada elaborada, hace que lo único que funcione sea la ambientación, aunque ésta se fundamenta en toda la película por un gran ahorro energético a la hora de no encender ni una sola bombilla. Asimismo, cansa en demasía la gran cantidad de rayas horizontales de la caja tonta a las que estamos sometidos durante todo el metraje, es como si 20 minutos de película los hubiéramos pasado en nuestra casa con la luz apagada sintonizando un canal sin emisión. En resumen, puro delirio. Perfectamente podría tratarse del episodio piloto de una serie de buen acabado, donde todas las cartas estarían echadas desde el primer momento, faltándole recorrido incluso para 100 minutos de duración.




En definitiva, un film que no pasará a la historia, pero que tampoco hará renegar a los espectadores por haber elegido esa opción. Cine alimenticio, donde tenemos asegurados un par de sustos y un ambiente desasosegante. Mucho nos tememos que la carrera de Michael Keaton siga su caída libre a sus 53 años, por mucho que se nos tiña el pelo.


Valoración: